Que puedas conocer a Jesús como amigo en tu vida, y podamos caminar juntos en los desafíos que la vida en el Evangelio proponga.
Anunciar a Jesús como Redentor y Salvador de nuestras vidas, Hijo del Dios viviente, y al Espíritu Santo que nos fortalece para estar cerca de Su pueblo.
Afirmación de Principios Sociales de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina
Afirmamos que la historia y la sociedad son escenarios de la acción de Dios en la instauración de su Reino, como lo proclaman las Escrituras.
Afirmamos que esta acción de Dios está dirigida hacia el hombre, en quien Él creó posibilidades de libertad, creatividad y amor, que fueron plenamente realizadas en Jesucristo.
Afirmamos que el hombre está llamado a realizar la voluntad de Dios y nosotros, como cristianos, con esta comprensión, debemos comprometernos en la búsqueda activa de un orden económico – social que no limite, sino que estimule las posibilidades humanas para el bien.
Afirmamos que el sentido de nuestra vida está dado en el servicio y la liberación de nuestro prójimo, con quien Jesucristo se identifica.
Afirmamos que el hombre se encuentra alienado en todo sistema económico – social que lo transforme en instrumento del mismo, impidiendo la formación de una comunidad en la que los recursos naturales y los productos del esfuerzo humano sean aprovechados íntegra y equitativamente, en la que todo hombre tenga acceso a las condiciones que posibilitan una vida verdaderamente humana, sea partícipe de la cultura y de la educación, y tenga la posibilidad de expresarse creativamente.
Afirmamos que es nuestro deber trabajar por alcanzar tal comunidad y vivir de acuerdo a lo que vemos en Jesús, en quien el Reino del amor, verdad, libertad, justicia y paz, se hace presente entre los hombres.
Afirmamos por lo tanto, que debemos ejercer una crítica activa, oponiéndonos constructivamente a todo sistema que esté basado en el egoísmo, la hipocresía, la represión, la injusticia y la violencia institucionalizada.
Afirmamos que es nuestra responsabilidad buscar permanentemente una renovación total que modifique el estado de cosas existente, fruto del pecado, a la luz de lo que entendemos debe ser la vida humana, cual fuera expresada en Cristo, y no limitarnos a actos de beneficencia, y mucho menos sancionar con nuestra bendición aquellas formas de supuesta caridad que degradan la personalidad humana, ni conformarnos con mejoras que no conducen al propósito de Dios respecto al destino humano. Guardar silencio frente a la necesidad, a la injusticia y a la explotación del hombre es traicionar a Cristo.