
- Este evento ha pasado.
Evento Navigation

Una personalidad que cambia, una identidad que se sostiene
21 junio, 2020 - 11:00 a 13:00
Organizer
Bienvenida e invocación
¡Hola! Buenos días, mi nombre es Denise, en esta hermosa mañana compartiremos el culto de la Iglesia Evangélica Metodista de Almagro.
Me gustaría comenzar con una oración.
Los invito a adorar a nuestro Señor, con una canción que se llama “Tu amor por mí”.
Cantamos junto a Celina Ferreira y cía.
Motivos de gratitud
Hoy también celebramos el día del padre. Y queremos dar gracias por sus vidas, porque más allá de que hoy podamos verlos o no, los llevamos cerca de nuestro corazón. Gracias Señor, por aquellas bendiciones que encontramos en nuestra vida a diario, como un llamado de algún amigo o familiar, la posibilidad de tener un plato de comida caliente, en estos días más frescos, ¡la bendición de ser llamados tus hijos! Te invito a poder dar gracias al Señor cantando: el cielo canta alegría.
Cantamos: “El cielo canta alegría”, con Esteban Balekjian.
Oramos al Señor
Una forma que tenemos para reencontrarnos con Dios y nuestro prójimo son el arrepentimiento y el perdón.
En el reencuentro con la justicia y el amor de Dios, necesitamos someter nuestra rebeldía a su gracia soberana para poder, primero, apreciar cuánto le hemos fallado y, segundo, abrir los ojos ante la inmensa e interminable misericordia con que desea restaurarnos para restablecer en cada uno de nosotros la imagen de su hijo Jesucristo.
Hay una gran liberación que aguarda solamente al que deja el egoísmo, y cuya sola ambición sea agradar al Señor y hacer lo que es bueno a sus ojos. Amén.
Dejo aquí un espacio para que puedas tener una oración personal y en silencio de confesión a nuestro Dios.
Lectura del Evangelio de Mateo 10:24-33
Lectura del Evangelio: Mateo 10:24-33, por Denise Dekker.
Mensaje
“Una personalidad que cambia, una identidad que se sostiene”, por el Pastor Leonardo Felix.
Por momentos pienso que, con lo que suceda a partir de esta pandemia, como con otros eventos mundiales que han sucedido, incluyendo cataclismos y otros desastres naturales, no solamente el medio no vuelve a ser el mismo, sino que nosotros tampoco volvemos a ser las mismas personas. ¿Será que nuestra personalidad cambia? Sin lugar a duda, ¿será que nuestra identidad también cambia? Bueno, acá es más complejo porque, mi documento de identidad seguirá diciendo que soy con ese nombre y apellido.
Ahora bien, yendo al texto que leímos de Mateo para este tercer domingo de pentecostés, bien podríamos decir que el evangelio conforma una “identidad en sí”, es más, te otorga cambios en tu personalidad y por más que tu documento diga lo mismo que hace unos años, tenemos la sensación clara que, nuestra identidad ha cambiado en algo o varios detalles.
La Argentina, en este sentido, debe ser uno de los países en el mundo que más formas usa para identificar a sus habitantes (DNI ahora llamado DU, CI – recordaremos los que tenemos más años, Pasaporte Internacional, tarjeta de Cuil, etc., etc.). Cualquier observador ajeno al país bien podría pensar: “…esta gente sí que tiene claridad de quiénes son”; podría ser así, pero creo que a esta altura de nuestra historia es algo bastante discutible como afirmación en sí.
¿Por qué podemos llegar a preguntarnos esto? Porque toda identidad implica un costo que asumir, esto es, decir que somos fulano de tal o mengana de cual, es necesariamente, no ser otras personas, ¿obvio, verdad? Pero, es importante afirmar aun lo que nos parece obvio.
En el evangelio (Buena Nueva) que Jesús presenta esto se da como un hecho claro y sin apelación: “…si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¡Cuánto más a los de su casa!” (vers.25b). Es claro que, esta nueva identidad que Cristo propone como, “…los de Su casa” sale cara (en persecuciones, maltratos, discriminaciones, etc.), no tanto como el “privelegio de pertenecer” (como sería el caso de Mastercard)[1], sino en función de la “responsabilidad de permanecer” en ella.
Claro está que la diferencia entre un tipo de identidad (podríamos decir secular) y la otra (que bien podríamos llamar “evangélica”)[2] está en lo inevitable de una y opcional de la otra. Mientras que yo no puedo hacer nada para nacer en uno u otro país, si puedo, en todo momento, elegir mi identidad con respecto al Padre. Y si la identidad es con respecto al Padre, que también es Hijo, yo no puedo soñar con padecer o disfrutar más de lo que mi maestro y Dios tiene: “el discípulo no es más que su maestro ni el siervo más que su señor” (vers.24).
Volviendo al tema de nuestra identidad e identificación diaria en el mundo en que vivimos, nunca está de más preguntarnos desde dónde lo hacemos. ¿Cuál es la identificación que portamos y llevamos en nuestra vida hacia los demás?
Sin importar lo que digamos ahora en este momento, sabremos que hay cosas que son variables (dependen de nuestra edad, estado civil, estado emocional, etc.) y otras más fijas dentro de la identidad.
La fe, aunque queramos verla como un absoluto para todos por igual, forma parte de estas variables de nuestra vida. No asumirlo de esta manera sería engañarnos a nosotros mismos pensando que la misma, siempre ha ocupado el mismo lugar en nuestros intereses. Y en verdad no es así; por momentos la hemos sentido muy fuertemente vinculada a lo que hacíamos y por otros, prácticamente disuelta en medio de miles de actividades distintas.
Volviendo a este tema de la identidad y la identificación: si tuvieses un pasaporte como “creyente en Cristo” asumiendo la “ciudadanía” celestial de la que habla Pablo[3]: ¿Qué cosas diría? Obviamente, no más de las que dirían de nuestro Maestro y Señor. ¿Y si se perdiese este pasaporte, qué cosas dirías de vos mismo?
La forma en que explicamos nuestra fe (el orden que usamos para priorizar y otros detalles) nunca es casual. Tiene que ver con aquello que creemos relevante para nosotros mismos (diríamos por ej. “soy metodista”, o mejor aún, “soy de la IEMA”, o “pertenezco a LAME” u otras siglas igualmente oscuras para la gente).
La fe es en este caso, un pasaporte que yo “tramito” a bajo costo pero, que mantengo y cuido a uno muy alto. Dicho de otro modo, nuestra identidad en Cristo nos da otro marco de comprensión de aquello que nos pasa a diario:
- Nuestra identidad es confesional. Es necesario afirmarla, si la aceptas no podés negarla, caso contrario, se te retira de las manos.
- Nuestra identidad es restrictiva. Hacer gala de la nueva identidad en Cristo, tiene sus ventajas y desventajas. Habrá quiénes se acerquen e identifiquen con vos por esta identidad, así como habrá otras puertas que se te cierren por el mismo hecho.
- Nuestra identidad genera adeptos y detractores. El mostrar abiertamente aquello que nos parece importante en la fe, será novedad y curiosidad para algunos (también adhesiones) y para otros, sencillamente rechazo.
Todo esto estará con relación a cómo hagas uso de la nueva identidad en Cristo. Un autor contemporáneo define con claridad esta identidad y la compara con la tarea de los embajadores[4] en un nuevo país. Podrán aprender su lenguaje, sus costumbres, aún comer sus comidas, pero nunca deben perder su identidad o nacionalizarse en ese nuevo país, sino se convierten en enemigos de su propia patria.
Ser embajador, ciudadano o hablar de identidad es, en definitiva, hablar de lo que somos, de lo que queremos ser, o bien, de lo que estamos dispuestos a ser. El evangelio es una opción, no una contingencia histórica porque nacemos en determinados lugares, por esta misma razón, Jesús repite tres veces lo mismo: “no tengan miedo…”
Y esta afirmación (no tengan miedo) es una parte indudable de la nueva identidad. Los creyentes somos convocados más allá del miedo cotidiano a una verdad que nos libera.
Frente a la amenaza latente de la muerte por las decisiones adoptadas, la nueva identidad nos resguarda y asegura protección.
Frente al temor de lo que vendrá, la nueva identidad asumida otorga la confianza y certeza de un Espíritu que previene, sostiene y proyecta más allá de lo que llegamos a ver en el momento.
Somos preparados para una nueva tarea con una nueva identidad que nos acredita para la misma. Amén.
[1] La tarjeta de crédito Mastercard, usó durante años un slogan publicitario que finalizaba diciendo: “el privilegio de pertenecer”
[2] Evangélica en cuanto su referencia con la Buena Nueva y no como denominación cristiana.
[3] Filipenses 3.20.
[4] 2ª Corintios 5.20
Compartimos la Mesa del Señor en nuestros hogares
Nos guía el Pastor Leonardo Felix
Anuncios de la comunidad
Comparto con ustedes brevemente que seguimos manteniendo nuestras actividades que los invitamos a compartir: el culto dominical, la reunión de oración los jueves, ambos de forma virtual. También siguen funcionando la atención pastoral, nuestra escuela en forma virtual y, presencialmente, el Servicio a la Comunidad; los días lunes ofrece a nuestros hermanos en situación de calle la posibilidad de bañarse, comer un plato de comida y llevar la ropa que necesiten.
Aquellos que quieran hacer llegar sus ofrendas y diezmos pueden hacerlo usando los canales habilitados que podrán consultar enviando un correo a mayordomia@almagroconjesus.org o accediendo a nuestra web www.almagroconjesus.org Allí encontrarán los números de teléfono.
Envío y bendición
Nos despedimos con la alegría de que hemos podido celebrar a Dios, quien nos ha llamado a la libertad y confianza por medio de Jesús, nuestro Señor.
Concédenos, Dios amoroso y justo, hambre y sed de fidelidad, para seguirte y caminar a tu lado, por eso, fortalécenos con tu espíritu y purifícanos cada día, con su fuego que consume nuestros miedos, nuestros egoísmos y nuestra indiferencia.
Haznos, Señor, testigos de tu Evangelio con hechos verdaderos y solidarios que anuncien que somos libres para construir la paz, libres para una vida plena, libres para servir a la humanidad en un mundo que hemos hecho difícil, que sufre de vacío de amor, de fe y esperanza.
Amor, gracia y compañía de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sean con todas y todos. Amén.
Deje su comentario