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Un nuevo Reino
18 agosto, 2019 - 11:00 a 13:00
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Una de las cosas que más nos confunden habitualmente son las distintas reglamentaciones que existen a nivel de tránsito. Es asombroso ver como las mismas van cambiando según la época y el lugar donde nos encontremos.
Uno se podría preguntar si esto, el no conocer las variables de las reglamentaciones nos eximen de las multas y penalizaciones, lo cierto es que no.
Equivocarnos o desconocer elementos de sentido común nos pueden causar serios riesgos contra nuestra propia vida (contar ej. de las señales en Brasil y Argentina).
Sin llegar a ser tan drásticos, existen factores en nuestra vida que obviamos, ya sea por indiferencia, ignorancia o negligencia. En este pasaje que acabamos de ver nos encontramos con un Jesús poco habitual; poco habitual por las palabras que utiliza, fuertes, demandantes y hasta violentas.
En su época no existían obviamente los autos y las rutas o autopistas, pero lo cierto es que, existían una serie de elementos que hacían a los usos y costumbres de aquel momento. Cosas tan elementales como ver el cielo a ver si llueve o no.
Recordemos que estas palabras tienen sentido dentro del contexto total del Evangelio. Un Jesús que había emprendido su marcha hacia Jerusalén, una marcha que tiene que ver con la crucificción, la gloria y también el juicio.
Un Jesús que necesita señalar no sólo la nueva vida que el Reino trae, sino también el compromiso que esto trae aparejado.
Empezar hablando de reglamentaciones tiene que ver no sólo con este tiempo sino con todos los tiempos. Ya en tiempos antiguos habían cosas que se podían hacer y otras que no. En este proceso de aprendizaje legal no solamente estaban contempladas las leyes fariseas sino también las romanas.
El Imperio Romano hacía uso de sus propias leyes dentro de los estados que conquistaban. Al igual que para los discípulos en tiempos tan remotos, hoy para nosotros también es importante ver y definir cuales son las leyes que nos gobiernan. Los estados romanos gozaban siempre de tranquilidad permanente. Esto no era porque la gente estuviera feliz o con la panza llena, la “pax romana” gobernaba cualquier sitio donde las tropas estuviesen.
Esta pax contemplaba la ausencia de violencia por medio de la violencia. Los gobernadores de cada región ocupada debían tener especial cuidado con esto, ya que sus cabezas estaban en juego. La paz romana era un gran estado de sitio donde nadie podía causar disturbios o reunirse en gran cantidad en las vías públicas.
A esta legalidad exportada también se habían acostumbrado los judíos de aquella época. Las prácticas y costumbres de otros pasaban a formar parte de su propia vida.
Nosotros estamos llenos de prácticas y costumbres sociales, desde los modelos paternos hasta los económico-sociales influyen en nuestra vida. Por eso, cuando nos preguntamos por el mensaje del evangelio y cómo influyen en nuestras vidas, el mismo mensaje está “mechado” por esta infinidad de factores “externos”.
Jesús propone un cambio radical a la sociedad de su época. Ese mismo cambio nos propone el evangelio a nuestra vida. Poder vivir a pleno esta vida nos expone a un sin-número de desventajas frente al que ignora o por negligencia, sabiendo hacer lo contrario.
Cuánto más fácil sería vivir nuestra vida sin tener que pensar en los demás, o por lo pronto un poquito menos. Cuánto más fácil sería no tener que andar respondiendo los llamados a nuestra puerta de aquel que necesita algo de comida o algo de atención. Cuánto más fácil sería no tener que disponer de unas horas los domingos para ir al culto y dedicarlo mejor a nuestro ocio creativo.
Siendo momentos históricos tan lejanos unos de otros, los tiempos suyos no eran muy distintos de los nuestros. Ni la solidaridad era algo nuevo ni tampoco el egoísmo. Si era algo nuevo y distinto la buena nueva de Jesús a la humanidad. Un gobierno distinto y radicalmente diferente. Un reino donde el amor es el pago y el vuelto. Un gobierno donde el primero que hace solidaridad es el mismo gobernante (en este caso Dios). Un gobierno que no tendrá períodos eleccionarios, ya que estará por siempre con nosotros.
Es esta nueva realidad que Jesús instaura en la humanidad lo que escandaliza y desnuda. Ya no es posible la negligencia. Ya no es posible actuar mal a sabiendas que lo hacemos con mala intención. Es tan fuerte el mensaje de salvación que aún el pecado de la familia se desmorona. En nuestra experiencia de fe muchas veces no entendemos cómo si el mensaje de Cristo puede resultar en mí, no es igual para el resto de mi familia. Por qué yo creo y milito y el resto no. No nos equivoquemos; no es esta la señal para que nos peleemos con todos nuestros familiares y amigos que no han aceptado el Evangelio. Esta es la señal clara que las palabras de Cristo han entrado en nuestro corazón. Quien no se conflictúa por el descreimiento del otro a quien ama, no ha entendido la propuesta.
¿Cuál es la alternativa para esto entonces? Para quienes hemos aceptado la gracia de ser discípulos, reconociendo que la única paz duradera viene de manos de Cristo, poner nuestros ojos en Jesús, como dice el apóstol, ir en pos de la carrera que tenemos por delante. Ser claras señales del Reino por venir, sabiendo que cualquier gobierno depende no sólo del testimonio de su soberano sino de sus súbditos.
Oremos para que otros puedan vivir con claridad y sin confusión el amor de Dios en medio de su pueblo. Amén.
Audio de la prédica
Próximamente
Texto: Leemos del Evangelio de Lucas 12: 49-56
Predica: Pastor Leonardo Félix
Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).
Predicación Almagro. Domingo 18 de agosto de 2019. 10º de Pentecostés.
Orden de culto
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