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Tres pasos a seguir
11 junio, 2017 - 11:00 a 13:00
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Cierto día, un colega me decía: “yo nací en el último banco de la iglesia” (dando a entender una fe transmitida desde muy pequeño). Así como también conocí gente que me dijo: “yo voy a estar en la iglesia hasta el día en que me vaya con el Señor”.
A veces hay lugares en nuestra vida que están cargados de sentido. Ya sean por cosas buenas que nos han pasado allí o justamente, por lo contrario. Todos debemos tener nuestro lugar en el mundo (aunque sea idealmente en nuestros pensamientos).
Para Mateo en el Evangelio, hay algo de esto también. El ministerio de Jesús luego de ser tentado en el desierto, comienza en Galilea y concluye también en Galilea. Pero como todo camino recorrido y aunque volvamos a los mismos lugares una y otra vez, nunca somos los mismos. Nunca la experiencia de lo vivido te permite ver lo de antes con los mismos ojos. O bien, al decir del conocido pensador Griego que, “no nos mojamos dos veces en la misma agua del mismo río” 1
Es importante entender en esta comisión final del evangelio que si bien son los mismos once discípulos (Judas ya no está) y es el mismo Señor, y es el mismo lugar, las circunstancias han cambiado profundamente. Solo en función del cambio que el ministerio del maestro produjo, es posible entender las cosas que acá se dicen. De aquí la frase aclaratoria de Mateo: “algunos dudaban” (luego volvemos a la frase).
Si la Trinidad de Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) revela una unidad de sentido para la vida de fe del creyente, también este mandato “misionero” lo hace, y hasta lo podríamos “descomponer” en tres partes para entenderlo mejor.
A)
Todo poder dado a Jesús. El tema del poder aparece recurrentemente en la historia del evangelio y mucho más aún, en la historia de la iglesia cristiana en el mundo a lo largo de tantos siglos. Si ustedes recuerdan, una de las cosas con las cuáles Satanás tienta a Jesús en el desierto es justamente con el poder y dominio sobre ciudades de este mundo. El poder por el mero hecho de serlo, no quiere decir que siempre funcione para bien o para mal. Cuando Cristo debe elegir poderes, evidentemente acepta sin titubeos el poder conferido por el Padre.
La iglesia de Cristo, a lo largo del tiempo y en sus acciones concretas, debe poder distinguir a qué clase de poderes rinde pleitesía. El Evangelio como fuerza transmitida por el Espíritu es evidentemente poder. Poder que transforma muerte en vida, tinieblas en luz, etc. Es por este mismo dato que, los espacios de poder que Dios da a su pueblo no se deben negar, ni rifar ni menospreciar. El hacerse cargo de esta comisión conferida por mandato de Jesús es también, asumir el poder de ejercerlo.
B)
La misión consiste en hacer discípulos. El otro dato clave es siempre de qué manera se lleva adelante ese poder. En palabras de Jesús es haciendo discípulos.
Seguidores de Cristo que puedan a su vez, seguir haciendo lo mismo. La persona hecha discípulo tiene necesariamente, un poder que practica y ejerce desde el evangelio que le permite en “Su nombre” hacer nuevos discípulos y por ende, actuar a favor de la vida nueva anunciada. De aquí que las cosas que pasan a nuestro alrededor son siempre de nuestra incumbencia como discípulos parte de la iglesia del Señor. ¿O acaso hay lugares donde el poder de la Resurrección termine sobrando? ¿Ya sea para anunciar o denunciar?
En el esquema de Mateo, el bautismo no es un punto de llegada luego de la enseñanza impartida, sino por el contrario, un punto de inicio para el aprendizaje posterior. Un elemento que marca con el Espíritu Santo a aquellos que seguirán madurando en la fe.
C)
“Y yo estaré con ustedes…” finalmente, el tercer elemento de esta comisión cierra el entendimiento de lo que Dios promete a lo largo de Su historia. El estará con nosotros todos los días, de todos los tiempos, hasta el final de los mismos.
Este “estar” de Dios con su pueblo desde siempre, es un hecho activo, es un hecho que cuida, sostiene y protege. Es importante recalcar una y otra vez que la iglesia de Cristo no camina sola por este mundo sin nadie que se haga cargo de ella. En todo momento, somos cuidados por el Señor.
Por esto mismo, y al mejor estilo de las palabras del AT – que Mateo conoce muy bien – uno puede leer estas palabras finales como una continuidad en la historia de lo que el Señor ha hecho, pero también de lo que seguirá haciendo por su pueblo. Recordemos sino, en palabras muy parecidas lo que Dios dice a Josué: “mira que te mando que te esfuerces y que seas valiente. Ni temas, ni desmayes, porque yo el Señor, tu Dios, estaré contigo dondequiera que vayas” (Jos.1.9).
Si no creemos estas palabras, puede ser que también nos pase como a los discípulos y otros digan: “Algunos dudan”. La duda que el evangelio propone nunca debe ser entendida como falta de fe o ateísmo, no tiene que ver con esto. Para ser coherente con lo que Jesús mismo plantea a lo largo de su ministerio público, criticando la poca fe de sus seguidores, esta duda es la falta de una plena convicción que muchas veces hay que tener en la vida, como creyentes y como iglesia, para hacernos cargo de este mandato.
Es este Dios, hecho Padre, Hijo y Espíritu Santo el que hoy desafía a su iglesia aquí mismo, para que se haga cargo del poder conferido (para bautizar, para discipular, para denunciar los atropellos en contra de Su verdad, y anunciar las glorias de su amor). Es este mismo Dios trino el que asegura la victoria de su pueblo santo a lo largo del tiempo (más allá de las persecuciones, de las luchas y de la muerte) en sus propias palabras: “…estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
1 “todo fluye, todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo río. Pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismo” (Heráclito Siglo V a.C.)
Audio del sermón
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Texto: Mateo 28.16-20
Predica: Pastor Leonardo Félix
Iglesia Metodista Central de Buenos Aires.
Domingo 11 de junio de 2017. Domingo de Trinidad.
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