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Sirviendo desde la libertad

1 octubre, 2017 - 11:00 a 13:00

Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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Cuenta Hanna Arendt[1] en una de sus tantas obras, un breve cuento entre el encuentro de dos judíos (ambos se pensaban muertos durante el Holocausto en la Alemania Nazi) en Brooklyn (EEUU) a mediados de los años ´50. Uno de ellos (Simón) entró en la zapatería que reconoció de lejos como parte de la colectividad y, para su sorpresa el dueño de la tienda era su viejo amigo Helmut. Uno llevado a los campos de exterminio de Daschau – Alemania – y el otro, a los de Auschwitz-Birkenau (Polonia). Cuenta el relato que casi no pudieron hablar durante más de un minuto, mirándose, reconociéndose con las marcas del horror encima; hasta que finalmente Helmut le pregunta a Simón: ¿Todavía soñás cuando estabas prisionero allá?, Simón, con odio en sus ojos le dijo escuetamente, “cada noche de mi vida”, a lo cual Helmut concluyó, “ah, ya veo, todavía te tienen preso…”

Si bien es cierto que esta historia y la gravedad de lo que se cuenta es intransferible, ya que sólo una persona que pasó por estas prisiones puede dar su olvido o no a tales situaciones extremas, también es cierto que, desde el punto de vista de la vida plena y abundante que nos ofrece el evangelio hay elementos cotidianos que, por más que los quieras ver por otros, vos tenés que hacer tu propia experiencia.

Gálatas en este caso, nos vuelve a confrontar al mejor estilo paulino con el peso de la ley. Una ley que en este caso, es completamente negativa (no como en Romanos quizás). La misma no aparece para producir vida o justicia, sino como disciplina y castigo para aquellos/as que la transgreden.

Es más, siguiendo con atención las palabras de Pablo veremos que la ley viene como consecuencia del mismo pecado. De ahí la figura de Pablo como “guía” –“ayo”- en el sentido del pedagogo que adquiere la ley.

Quizás también tendríamos que explicar que la figura del pedagogo para aquella época, o la del guía del alumno, no era la de educarlo directamente sino la del esclavo que se encargaba que el alumno fuese y viniese a sus clases, y estudiase aquello que se le había dado y no se apartase de lo aprendido.

Entender la llegada del Cristo resucitado al mundo, es comprender este estado de libertad que da la fe, en donde, no hacen falta carceleros, guías o pedagogos.

Entender las palabras de Pablo en Gálatas 3.28 (“Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo”), es comprender también la radicalidad del llamado que hace Jesús a una nueva vida.

La sola propuesta de decir que no hay hombres y mujeres, libres y esclavos, griegos y hebreos, representa en la época un elemento de controversia fuerte para una sociedad mayormente patriarcal, esclavista, estratificada y meritocrática.

La pregunta obligada será entonces, ¿la fe da una libertad al ser humano, para qué?[2]

Estos desafíos quizás los podamos encontrar en el endemoniado de Lucas y la acción liberadora de Jesús. En este sentido, en el de la “libertad para qué”, este texto accede a nuestra vida con tres planteos interesantes y necesarios:

  • La fe reconoce sus antagónicos, y viceversa (28-29). Aunque parezca obvio es bueno notar que, los demonios que habitaban aquel hombre son los primeros en reconocer la filiación divina de Jesús. Aunque también sea evidente, mientras los demonios habitan al hombre, el diálogo es con ellos pero, una vez liberado, Jesús dialoga con la persona directamente.

Es bueno preguntarnos en nuestra vida, ¿cuáles son esos factores que no nos permiten entablar este diálogo directo con Jesús, cuáles los esquemas que nos “encadenan” a modelos que no estamos dispuestos a dejar?

Jesús necesita hablar con vos francamente, sin intermediarios, directamente a tu vida.

  • La potencia extranjera en tu propia casa (30-31). Primera vez que se usa una palabra latina (legión) en el evangelio. Nombre de la fuerza de ocupación, nombre del invasor a toda una zona que también es ajena a la fe judía (la Decápolis).

Ser habitados en nuestros deseos y anhelos por elementos ajenos al Evangelio, es claramente un síntoma de haber sido invadido, de haber sido colonizado en muchos casos violentamente.

En este caso, es siempre recomendable preguntarnos, ¿cuáles son esos lugares de tu vida, invadidos por elementos ajenos al evangelio, “colonizados” por ideas, actos y actitudes que, más que acercarte a una vida plena y confiada, te expelen hacia los desiertos donde la muerte se mueve?

Jesús necesita confrontarte con estos espacios a los cuáles hoy, él no puede llegar en tu vida.

  • No siempre lo bueno agrada (34-37). Curiosamente los primeros mensajeros son los cuidadores de cerdos, que desparraman la voz tanto por la ciudad como por el campo. La visión del hombre ahora restituido a su condición humana, a los pies de Jesús, los llena de miedo. No le tenían miedo al hombre en tanto endemoniado, le tienen miedo en tanto hombre libre. Y tienen miedo que esa libertad sea “contagiosa” y les traiga consecuencias impensadas, y ellos ahora “expulsan” a Jesús. Jesús había expulsado a la multitud de demonios, pero ahora la multitud sometida por el miedo expulsa a Jesús.

Quizás desde este lugar, desde el lugar de la gente que se preocupa más por sus bienes gananciales (los cerdos), que por el estado del que vive cerca suyo, podamos entender que no todo lo bueno que el Evangelio tiene para ofrecer es visto, necesariamente, como una bendición anhelada.

¿Nunca te preguntaste cuáles son esas bendiciones que no querés tomar todavía? ¿Cuáles aquellas donde el miedo de lo que vendrá como desafío aceptado, te inmovilizan al presente?

Jesús quiere darte las mejores cosas que tiene para ofrecer, pero para eso necesita a personas libres para decidir, sin ataduras, sin excusas. Se sirve al Señor desde la libertad y no desde el miedo o sometimiento a otros poderes.

Quizás no lo tengas a Helmut para preguntarte pero, no dejes nunca de mirarte cada día al espejo y pensar, ¿qué cosas todavía me tienen prisionero/a? ¿de cuáles, el Señor ya me dio libertad? Amén.

 


[1] Hannah Arendt, nacida en Hanover, Alemania, 14 de octubre de 1906 – Nueva York, Estados Unidos, 4 de diciembre de 1975) fue una filósofa política alemana de origen judío, una de las más influyentes del siglo XX. La privación de derechos y persecución en Alemania de personas de origen judío a partir de 1933, así como su breve encarcelamiento ese mismo año, la decidieron a emigrar. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951.

[2] Erich Fromm desde su clásico “El miedo a la libertad” (1938) examina en profundidad este dato como inherente al hombre moderno. No tanto la libertad ¿de qué?, sino, ¿la libertad para qué?



Audio de la prédica

Texto: Gálatas 3.21-29 y Lucas 8.26-39

Predica: Pastor Leonardo Félix

Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).

Domingo 1 de octubre – 17º de pentecostés – “En el mes de la Reforma Protestante

Orden de culto

Momento de los niños

 

Detalles

Date:
1 octubre, 2017
Hora:
11:00 a 13:00
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