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Sin Statu Quo para creer en Jesús

6 noviembre, 2016 - 11:00 a 17:00

Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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Description

Predicación Central de Buenos Aires. Domingo 6 de noviembre de 2016.
25º de pentecostés.

Texto: Lucas 20.27-40

Saduceos, escribas, fariseos y publicanos. Todos eran parte del nutrido público que se juntaba a escuchar a Jesús.

¡Qué difícil situación responder a todas las preguntas desde lugares tan disímiles entre sí! Lo cierto es que el público de Jesús era variado y muchas veces contestatario. Estos saduceos se nos dice en el texto que eran aquellos que no creían en la resurrección, tenían también otras características, eran aquellos que representaban a las clases más pudientes de su momento. Lo cual, tampoco es tan curioso en si, y luego lo vemos con más detalle. Ellos sólo creían lo que decían los cinco primeros libros de la Biblia (pentateuco).

El hecho de que Jesús se enfrente con ellos en esta etapa de su ministerio no es casual. Ya Jesús ha hecho su entrada triunfal en Jerusalén y se acerca el final de su ministerio público. Enfrenta no solamente las conspiraciones sino las viejas estructuras de su época: fariseos y escribas que preguntan sobre su autoridad para hacer milagros, ancianos que miran con reticencia el cambio y también saduceos; clases altas que nada tienen que objetar a lo ya establecido y son incapaces de cambiar el status1 adquirido.

No es una rareza que ellos creyesen solamente en estos cinco libros, un cuerpo legal lo suficientemente limitado como para no enfrentarlos con nada nuevo y desafiante. No es raro tampoco que la idea de una resurrección posible sea un ámbito negado. El desafío permanente de la resurrección como dato teológico pero también de comprensión existencial a cada ser humano, se planta justamente, en la lucha antagónica y adversa contra el deseo de omnipotencia del ser humano, cuya perpetuación y memoria está en sus propias obras y fines queriendo trascender en sus propios actos, más allá de los límites de su propia vida.

Por ende, el creer en una resurrección posible para todo aquel que confiesa a Jesucristo como su Señor, no solo es un hecho salvífico, sino también liberador de las actuales estructuras de dominio económico, ideológico y cultural que el mundo impone.

Jesús traía lo nuevo y lo desafiante pero, al mismo tiempo, lo distinto y radicalmente opuesto. Recordamos que la experiencia de conocer a Cristo en nuestra vida es siempre un cambio radical pero no siempre le damos esta aplicación.

Al igual que saduceos, nosotros también tenemos nuestro status en un sinfín de situaciones en las cuales no queremos cambiar.

El status no siempre tiene que ver con poderes económicos o de otro orden, tiene que ver justamente con un orden preestablecido que no estamos dispuestos a perder, por más que ese orden nos haga perder otros elementos.

Jesús no es un ser aislado a lo largo de la historia de salvación que Dios presenta. Lo suyo no es el primer quiebre que Dios hace a lo largo de la historia.

Muchos siglos atrás el pueblo de Israel volvía de la penosa situación del destierro, penosa situación de reconstruir el templo y el lugar para su pueblo. En medio de esta reconstrucción, el pueblo sigue planteándole a Dios por su llanto y su ayuno. En medio de lo que tendría que ser una fiesta y un gozo, el pueblo sigue llorando lo que era y lo que había perdido. Incapaces de ver la gracia de Dios siguen llorando el status que creen haber perdido.

El tema con el pueblo de Dios a lo largo de esta historia que presenta toda la Biblia es siempre el mismo, la acción de su gracia sobre nuestras estructuras que no quieren someterse al cambio.

Cuando lo pensamos para nosotros mismos, más de una vez nos vemos tentados a creer que las cosas nunca cambiarán y que de esa manera estaremos siempre mejor. Haciendo aquello que estamos acostumbrados a hacer, escuchando lo que estamos acostumbrados a escuchar, planificando como si pudiésemos prever lo que pasará de ahora en más.

La fe rara vez nos plantea respuestas a problemas (Dios no contesta preguntas), por el contrario la fe en Cristo siempre nos somete a cuestionamientos permanentes. Solo en Cristo salimos de nuestra postura de saduceos, que creen que sus status serán irremovibles, para meternos de lleno en el centro de la vida.

Aunque parezca contradictoria solo la duda que nos origina la fe nos hace vivir seguros de nuestra vida, lejos de cualquier dogmatismo.

Vivir aferrados a aquellas cosas que supuestamente nos hacen felices puede ser beneficioso un tiempo pero ¿qué pasa cuando esta felicidad desaparece? ¿Dónde volvemos a encontrar lo perdido?2

El pueblo no puede ver en Dios la respuesta a su clamor. Un pueblo que fue liberado y reconstruye su vida es incapaz de pensar en esta dicha y gozo y por el contrario sólo se plantea el dolor de haber perdido lo que tenían.

Saduceos que sólo ven en Cristo a un escandaloso más son incapaces de alegrarse con el anuncio de una vida nueva y perdurable.

Quizás nosotros estemos en alguno de estos grupos, quizás lloremos tratando de recuperar lo que supimos tener, quizás solo dejemos que la fe se nos acomode en algún hueco donde no desacomode lo que tanto trabajo nos costó armar.

En todos estos casos la Biblia nos dice que nada es perdurable por siempre excepto Cristo.

Vivir la fe desde Cristo y no desde nuestros status adquiridos es comprender que todo puede pasar y aún perderse pero, para todo, aún para la muerte nuestra fe en Cristo encuentra camino, camino de gozo y alegría.

En todo derrumbe hay construcción, en toda pérdida hay encuentro, en todo arrancar hay un nuevo plantar. Dejemos en nuestra vida que Cristo sea el que haga esto posible. Amén.

P. Leonardo D. Félix
Buenos Aires, noviembre de 2016


1Statu Quo, significa literalmente desde el Lt.: “en el estado en que…” o bien, estado de cosas en un determinado momento.
2Erich From dirá al respecto: “Si soy lo que tengo y lo pierdo, ¿entonces, quién soy?”

Detalles

Date:
6 noviembre, 2016
Hora:
11:00 a 17:00
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Almagro Av. Rivadavia 4050
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