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¿Quiénes están dispuestos a sembrar?
16 julio, 2017 - 11:00 a 13:30
Capital Federal, Argentina
Organizer
Cuántas veces habremos utilizado esta misma parábola para las clases de escuela dominical, para encuentros, talleres o reflexiones a partir de cómo somos y lo que hacemos.
Lo cierto es que uno podría seguir indagando sobre las implicancias de cada una de las figuras que Jesús utiliza y siempre encontraría algo nuevo y distinto para aplicar porque, aunque las parábolas parezcan cuentos para chicos, como hemos dicho más de una vez aquí mismo, las mismas nos hablan de misterios a develar en lo profundo de nuestra vida.
¿O acaso nunca nos hemos preguntado cuál de las semillas éramos nosotros mismos?
Una de las cosas que recordaba cuando leía esta parábola era uno de los grandes “inventos” del siglo que se fue; la eficiencia de la producción en cadena. Uno de los grandes hitos de la producción fue la fabricación de los automóviles Ford (de hecho, este modelo de producción se conoce como “fordismo”). Con esto se demostró la eficiencia y la manera de aprovechar al máximo nuestras capacidades y tiempos para lograr un objetivo determinado.
El lema de esta campaña de eficiencia era: “la mayor producción posible al menor costo posible”. Esto posibilitó que mucha gente lograse alcanzar lo que hasta el momento era algo para pocos: su primer auto.
Podríamos citar otros ejemplos también, y muchos los podríamos dar desde lo que hacemos cotidianamente; desde nuestros trabajos ya sean en oficinas, fábricas, escuelas, hospitales u otros, una de las cosas que todos buscan es la eficiencia en lo que se hace al menor costo posible.
Con el tiempo y los años, está tarea de buscar eficiencia llegó a tener sus especialistas y sus teóricos en distintos niveles. Hay gente que sólo se dedica a buscar la eficiencia en el trabajo que otros hacen, se los llama consultores, y la manera en que la gente pueda manejarse con este concepto tan de nuestro momento.
Lo cierto es que, la eficiencia de la cual hacemos tanto hincapié en nuestra vida, es sólo una estructura arbitraria que imponemos sobre la superficie de nuestra propia existencia; una estructura que cambia con el tiempo, las costumbres y los usos de todos nosotros. Lo que era sinónimo de eficiencia hace 30 años, hoy ya cambia y seguirá cambiando a lo largo de nuestra vida.
La eficiencia de lo que hace busca anular uno de nuestros factores más recurrentes como seres humanos, esto es, el Caos. Y no habrá cosa más caótica, por momentos, que nuestra propia vida. Si, aunque creamos que no, nuestra vida que tratamos de ordenar tan metódicamente y eficientemente, está sujeta permanentemente a un sinnúmero de factores que no controlamos. Esta situación me la explicaba una vez una mamá de seis hijos. Ella cada mañana tenía que multiplicar todos sus esfuerzos a por lo menos seis variables, que tratarían de romper el control que ella se había propuesto para ese día.
Es en la vida donde descubrimos lo arbitrario de nuestro deseo de tener control u obtener resultados sobre algunas áreas aunque más no sea. En los hechos prácticos lo único que logramos aseverar y descubrir es que, sólo podemos hacer intentos por controlar que, aún en cosas inanimadas (auto, casa y otros), nos fallan mayormente los deseos y anhelos.
Así y todo nos preguntamos constantemente el por qué las cosas no resultan como uno las esperaba, o por qué se dan otros resultados, indistintamente del esfuerzo que uno puso en la tarea.
Esta parábola que cuenta el Evangelio de Mateo está dirigida a un público general que lee y escucha esta enseñanza, y también está dirigida a los hermanos y hermanas de Almagro. Sí, es así, cuando Jesús dijo esta parábola también pensó en nosotros y la misma, trae su propia explicación más adelante (vers.18-23), explicación que Jesús hará sobre lo que contó.
Si tuviésemos que buscar una aplicación extra de lo que dice la parábola nos tendríamos que imaginar no ya como el suelo que recibe la buena semilla sino como el sembrador que salió a sembrar.
Tratemos de imaginar que nosotros mismos somos como ese sembrador que salió a tirar la buena nueva.
Si las parábolas son un misterio profundo para nosotros y nosotras, hay preguntas que sobran en nuestra vida al momento de analizarlas.
Por ej. Por qué algunas acciones de la Iglesia dan resultado y otras no, o bien, por qué no todos han sentido el mismo llamado que yo he tenido en mi vida.
Mirar a través del sembrador nos sirve para ver lo válido de nuestras acciones en la vida. No somos capaces de controlar todo lo que en ella pasa, ni siquiera el resultado esperado sale muchas veces como lo planeamos.
Así y todo el sembrador hace su mejor esfuerzo y sale y tira semillas en todos los lugares que puede. Tomar clara conciencia del profundo misterio del Evangelio y su acción es también cambiar de rumbo y estilo en la vida.
No son mis propias categorías (culturales, mentales, emocionales) las que deben gobernar mi forma de actuar en la iglesia o en otro lado; es la fidelidad del salir a trabajar en Cristo lo que domina mis acciones.
Dios no me llama a buscar resultados sobre cosas que no gobierno, pero si a trabajar incansablemente en pos de lo que él me deposita en las manos: Su Evangelio.
Cómo podría yo definir el éxito o no de lo que hago al anunciar la Palabra del Señor, si ni siquiera gobierno las Palabras que digo, ya que en todo caso no son nuestras, sino Suyas. Por eso Isaías nos recuerda lo precario de nuestra eficiencia: “así será mi palabra que sale de mi boca… que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envíe” (Is.55.11).
La tarea es “indudablemente” nuestra, el resultado sólo del Señor. Un teólogo suizo dirá sobre esto: “no hablamos de parte de Dios, sino que Dios habla en nosotros”[1] . Parece arrogante o bien soberbio, pero no lo es. Por eso es tan importante la integridad del testimonio que damos y nuestra coherencia.
El sembrador sale a hacer su trabajo y no puede evitar que otras semillas se le caigan de su mano y produzcan otros efectos.
Uno de los grandes misterios a los cuales Jesús nos prepara en la vida es a esperar resultados increíbles de lugares y personas inimaginables. No poder ver y oír el mensaje de Cristo en esta clave sería seguir funcionando en nuestro propio parámetro de eficiencia. La iglesia de Cristo debe estar abierta a lo insospechado, a lo que realmente no se esperaba. Caso contrario, solo produciremos en función de nuestra imaginación, en función de nuestros escasos parámetros para entender nuestra vida.
Si el Evangelio es un misterio, nuestra vida es un intento por develarlo en nosotros mismos. Esta es una oportunidad que no podemos dejar pasar, y mucho menos, confinarla en nuestros propios prejuicios o ideas del tema.
Sembrar es nuestra tarea cotidiana y nuestra responsabilidad, dejar el resultado al Señor es lo que define nuestra fidelidad y lo que marca a Su Iglesia.
Amén.
[1] BARTH, Karl. El arte de la homilética.
Audio de la prédica
Texto: Isaías 55.10-11 y Mateo 13.1-9
Predica: Pastor Leonardo Félix
Iglesia Metodista Central de Buenos Aires.
Domingo 16 de julio de 2017 – 6º de pentecostés
Orden de culto
Detalles
- Date:
- 16 julio, 2017
- Hora:
- 11:00 a 13:30
- Categoría del Evento:
- Predicaciones
- Evento Tags:
- Caos, Contracultura, Control, Cultura, Eficiencia, Evangelismo, Incertidumbre, Karl Barth, Mundo, Planificar, Relatividad, Sembrar, Sistema, Testimonio
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