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Leonardo Félix

Poniendo toda la carne al asador

2 febrero, 2020 - 11:00 a 13:00

Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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Comenzando recién este 2020, y volviendo en mi caso de las vacaciones y el tiempo de descanso (quizás para muchas otras personas también), nuestro pensamiento gira en torno a una proyección necesaria y obligada: lo que hiciste el año anterior, lo que no hiciste, lo que querés hacer y lo que estás por hacer.

 

Esta proyección “obligada” que uno hace con el año calendario tiene su correlato en la fe y en cómo, a lo largo de los años la gente interpretó este hecho. Uno de ellos, Juan Wesley, creyó imprescindible que esta proyección afectiva, espiritual, laboral y por qué no, financiera, estuviese acompañada de lo que imaginamos para el año que empezamos a cursar. Esto es que, el año que se despedía se incluía una liturgia del pacto o renovación del mismo. No deja de ser una propuesta más que interesante y oportuna esta de celebrar en algún momento de nuestras vidas lo que ya hemos pactado, lo que estaremos dispuestos a seguir pactando con los conocidos, con las nuevas situaciones que se irán presentando. De qué modo visualizamos que lo hecho o pensado se va cumpliendo o no en alguna medida en nuestras propias vidas.

 

Por un dato elemental y básico que tanto Simeón como Ana dejan de manifiesto en el relato que Lucas arma tan cuidadosamente: NO SE CELEBRA AQUELLO QUE NO SE ENCARNA.

 

¿Demasiado básico el dato, o poco elemental? Veamos con un poco más detenimiento, y repasemos juntos el texto bíblico.

 

Simeón, hombre justo y piadoso del templo de Jerusalén (y aparte, anciano) con un dato fuerte, “el espíritu santo estaba sobre él” (vers.25), se encuentra con aquello que esperó toda su vida: ver la salvación cara a cara. Lo de Simeón podríamos decir, era una celebración cantada. De hecho sus palabras son conocidas como canto o Nunc Dimitis[1]; es más, casi daríamos por hecho que él si estaba dispuesto y preparado para celebrar esto que ya venía encarnando desde hacía años en su vida. Después de todo, él era un profeta en el sentido bíblico y estricto del término (anuncio Buena Nueva, denunció caídas y levantamientos). De ahí la mención al Espíritu de Dios también.

 

Ana por el otro lado, también anciana (dato evidente viendo el texto), aparece en el momento exacto (¿será también acción del Espíritu? – de esto no cabe dudas leyendo la obra de Lucas y Hechos) y sale anunciando el nacimiento a todos los que esperaban la redención de Israel. También ésta, por el contexto, diríamos que es una celebración cantada o más bien esperada.

 

Un dato importante a tener en cuenta cuando Lucas construye el relato. Si bien lo de Simeón tiene mayor cantidad de información es notorio como Ana se convierte, inesperadamente para el lector, en primera “enviada” o discípula de Jesús y Simeón en cambio, solo habla con María y José – Lucas nunca perderá de vista el papel fundamental de las mujeres en la historia de la comunidad de fe (ya sea con la pareja de Zacarías e Isabel, con José y María o bien, con Simeón y Ana), la mujer es motor movilizador del dato de la fe y la construcción de la comunidad de creyentes.

 

Ahora bien, ¿y con María y José?, ¿estarían preparados para que se les haga “carne” este festejo y descubrimiento de sus paisanos?, ¿sería tan fácil de asimilar para ellos dos estas palabras de festejo y celebración?

 

Miremos por un momento nuestras palabras repetidas de un modo u otro en esta iglesia y otras seguramente, cuando decimos que, “La navidad no es sólo el arbolito y los regalos”. Uno podría agregar que la vida de fe, no es nada más que aquello que vemos oportunamente comercializado en tanto lados. Creo que bien nos podríamos preguntar entre nosotros si esta navidad que pasó, ¿se ha hecho carne en medio nuestro? Luego volvemos sobre la pregunta.

 

Decimos entonces que, si afirmamos hace un instante que: NO SE CELEBRA AQUELLO QUE NO SE ENCARNA, el evangelio es un cuidadoso relato de cómo esta celebración tan especial debía estar presente no solo en parejas (hombres y mujeres), sino también en forma universal (no solo para los judíos)[2] y, otro dato más que se suma a esto es, lo abarcativo de las edades, viejos muy viejos como Ana y Simeón, viejos como Zacarías e Isabel, adultos jóvenes como María y José y el bebé Jesús como protagonista mismo.

 

La comunidad de creyentes reunidos en el nombre de Cristo es la suma de estos datos y la combinación de muchos factores más. Hombres-mujeres, jóvenes y viejos, “de siempre de la iglesia”- “recién llegados”, pobres-ricos, blancos-negros, etc., etc.

La comunidad de creyentes en su diversidad y pluralidad es la que debe encarnar la Buena Nueva, caso contrario, no hay nada para celebrar. Por eso es importante entender que así como hay una multiforme gracia de Dios, diría Pedro en sus cartas, también hay una multiforme comunidad que celebra aquello que está dispuesto a encarnar.

 

Lo que se pacta con otros, y más con Dios, es algo que se celebra, porque nos compromete en todos nuestros sentidos y existencia…. Si no, ¿para qué haríamos tal o cual pacto? Sería un absurdo pensar que nuestros pactos son de “muerte”, por el contrario, aunque mucho de lo que asumimos a diario nos genera cierto temor y dudas, uno no debe perder la perspectiva que, aquello que hemos anhelado y proyectado en manos de Dios, es algo que siempre merece ser celebrado de un modo u otro.

 

Por último, volviendo a la pregunta anterior que dejamos sin responder, quizás la respuesta necesita más paciencia y tiempo del que imaginamos. Se hace carne aquello que se ama, y se ama aquello que se valora y tiene sentido en nuestras vidas. En nuestros jóvenes vemos la celebración ahora de cosas que se han hecho carne y de otras, que en fe, ponemos como ciertas. Quizás al decir de Lucas, oramos para que nuestros jóvenes y niños crezcan también, como crecieron Ana y Simeón, con la esperanza que aquello que anhelan se cumple de Sus manos.

Que en este año que está andando podamos tener la certeza que, hay mucho por celebrar hacia delante, mucha vida por encarnar y por sobre todo, mucho amor por recibir. Amén.

 

[1] Despide a tu siervo, sería la traducción de esta antigua frase litúrgica en latín del siglo IV.
[2] Este es un énfasis muy fuerte en toda la obra de Lucas y es importante tenerlo en cuenta. El Evangelio no es solo mensaje para los judíos, sino para toda la humanidad.

Texto: Lucas 2: 22-40

Predica: Pastor Leonardo D. Félix

Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).

Predicación Almagro. Domingo 2 de febrero de 2020. 4º de epifanía.

Detalles

Date:
2 febrero, 2020
Hora:
11:00 a 13:00
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Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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