
- Este evento ha pasado.

La oración diaria, tus buenas voluntades y algo más
27 octubre, 2019 - 11:00 a 13:00
Organizer
El tema de este cuento es más o menos así: cierto hombre está parado al borde trasero de su camión de transporte moviendo una enorme caja de mudanzas que casi lo duplicaba en tamaño. Un transeúnte de esos bien intencionados y dispuestos a mostrar que su ayuda es necesaria, lo ve y desde abajo le dice: “-deje amigo, ya lo ayudo con esa caja porque solo, evidentemente no puede” – Así, el improvisado ayudador, se pone a tirar con todas sus fuerzas la caja hacia abajo, mientras del otro lado hacían también el mismo esfuerzo. No había caso, la caja parecía clavada al piso.
Sorprendido por la resistencia de lo inerte, el improvisado ayudador lo mira al dueño del camión y le dice: “-mire, realmente así no vamos a poder; yo creo que usted Tendría que buscar a dos o tres personas más para bajar esta caja que parece de plomo”. El camionero sorprendido lo miró desde arriba y simplemente dijo extenuado: “y a usted ¿Quién le dijo que la quiero bajar a la caja? – ¡estoy tratando de dejarla adentro del camión y mejor acomodada! Conclusión: no siempre tu buena voluntad, es una muestra de tu deseo de ayudar. Sobre todo cuando ni siquiera preguntamos para qué podemos servir.
Si el domingo anterior hablábamos de los condicionantes propios que una oración constante y sin desmayos debe tener (esto es, asumir la debilidad propia, buscar la intimidad con Dios en esa debilidad y un amor compartido y eficaz con otros), quizás hoy, este texto nos invita a pararnos desde el otro lugar, desde el lugar de: “Cuando ores nunca lo hagas de este modo, ¡por favor!” (Veamos su antagónico directo sino en Lucas 11.1-2)
El dato clave en esto que leímos y ordena todo lo demás está dado justamente en el primer versículo leído (volvamos a leer el 9).
Está claro que no siempre es fácil saber qué es lo que quiere Dios de tu vida. Pero, es importante que tengas en cuenta que es lo que Dios NO quiere de tu vida. Como paso de sanidad, de sentido común y de madurez deseada, es importante ver de no seguir yendo a los lugares o experiencias en donde nuestra vida se acorta, entra en conflictos innecesarios y vive un sufrimiento permanente.
De estos dos personajes tan conocidos del relato, el fariseo y su contraparte en el publicano, podemos hacer el ejercicio de levantarnos al menos, elementos relacionados de nuestro actuar con sus respectivas preguntas que nos orienten para estos días por venir, para nuestras oraciones por decirle al Señor.
Tus inseguridades siempre están presentes, más cuando no las enfrentás (versículo 11). Uno de los datos más fuertes de este auto testimonio, no sólo tiene que ver con el desprecio natural que todo fariseo podía tener a lo que fuese ajeno a su concepción de Dios y el universo, sino a la desvalorización “argumentada y consensuada” en su propia época en donde, no ser como, “una mujer, un forastero o un publicano” era motivo de orgullo y razón de pertenencia a los elegidos por Dios[1]. Digo con esto que, no sólo el argumento de la oración demuestra un fuerte mecanismo de exclusión frente a todo lo NO judío en aquel momento y una profunda desvalorización de la cultura de aquel entonces a la pobreza, a la mujer y otros factores de debilidad, sino también, un profundo temor y rechazo a todo aquello que te expone a lo que es distinto a tu propio vida. No es sólo un fenómeno moderno el miedo al encuentro con el “otro”. Si Dios es lo completamente “distinto” a vos pero al mismo tiempo cercano, es este encuentro con Jesús, lo que debe permitirle a tu vida encontrarse con otros, aunque los mismos estén parados en las antípodas de tus pensamientos, deseos, ganas o afectos. La fe desde la oración sirve justamente para hacerla efectiva en el encuentro con aquel que, desde tus solas inseguridades y educación cultural, no podrías hacer.
¿Cuáles son esas personas a las cuáles hoy no te podés acercar?, ¿podés ver donde está tu rechazo o tu miedo frente al otro?,
Todo miedo que no veo, se me vuelve soberbia (vers.12). El miedo finalmente al otro, a la amenaza que creo constituye para mi vida, adquiere no sólo el tono de “alejamiento” y no involucramiento con lo que le pasa. También se vuelve en una descalificación permanente de lo que el otro hace o puede decir. Cuando no podemos reconocer estos “fantasmas” que muchas veces nos rodean y no los podemos nombrar, los mismos existen y persisten.
Y si algo hace la fe eficazmente, es ahuyentar estos miedos de nuestra vida porque, como dice Juan en una de sus cartas: “el amor perfecto echa fuera todo temor”. Pero esto amor perfecto necesita vincularse todo el tiempo con Dios y por ende con los demás.
¿Cuáles son hoy, o supones que son, los miedos que te acorralan y no te permiten avanzar?, ¿te podés ver desde ese miedo asumiendo actitudes soberbias o esto sólo le pasa a otros en sus vidas?
Toda soberbia constituida como tal, desprecia al que tiene cerca (vers. 13-14). Finalmente, decimos que, si la inseguridad al otro genera miedo, y este miedo se constituye en una soberbia naturalmente aceptada, esa soberbia con la que miro se vuelve desprecio tarde o temprano. Recordemos algo elemental, simple pero también útil para nuestra vida: es imposible amar a aquellos a quienes, como primera medida, despreciamos.
Por esto mismo, en la metáfora que propone Jesús en la Parábola, le es tan necesario contrastar el modelo que ellos tienen y asumen con naturalidad por la propuesta novedosa del Reino.
Por esto mismo, la relación de cercanía o lejanía con el Reino (tal como está indicado en la parábola, el uno cerca, el otro lejos del altar), lo constituyen nuestras propias intenciones, y no las posturas que asumimos a diario – y otros pueden ver – para justificar lo que nos pasa. Hacernos conscientes de esas intenciones es en definitiva, dejar que el Señor siga trabajando sobre nuestra propia vida cada día.
¿Cómo sabés en tu vida si estás cerca o lejos de Dios?, ¿De qué modo suponés vos que Dios se acerca a tu vida?
Que el Señor nos ilumine para saber buscarlo en oración cercana pero lejos, de nuestro propio temor, soberbia y desprecio por otros. Amén.
[1] Este tema está muy elaborado en toda la literatura rabínica de la época en donde, la fuerza de la cultura y el sentido de pertenencia jugaban un rol mayor aún y más preponderante que el mismo sentido de “Dios de amor” sobre todo ser humano.
Audio de la prédica
Próximamente
Texto: Lucas 18.9-14
Predica: Pastor Leonardo D. Félix
Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).
Predicación Almagro. Domingo 27 de octubre de 2019.
Orden de culto
Deje su comentario