
- Este evento ha pasado.
Evento Navigation
La mujer que dio la mayor ofrenda
11 noviembre, 2018 - 11:00 a 13:00
Organizer
Jesús pone por delante de la gente dos imágenes. En primer lugar, la de los escribas. Los manda revisar su conducta porque no son lo que parecen ser. Eran los intérpretes de la Ley del Antiguo Testamento. El factor de poder o influencia de ellos, principalmente, era su saber. Quien deseaba ser admitido como escriba debía recorrer un ciclo regular de estudios de varios años en materia de legislación religiosa y de derecho penal. Tenían derecho a ser llamados rabí (maestro, excelencia). Venían de lo que llamaríamos buenas familias y aparte de los sacerdotes y de las familias patricias solo los escribas podían entrar en la asamblea suprema del Sanedrín que era una asamblea gubernativa y administrativa, pero también una corte de justicia donde el conocimiento de la Escritura y de la tradición en el campo de la legislación religiosa eran decisivos en las sentencias judiciales.
De modo que los escribas eran muy respetados y se los vivía como los sucesores de los profetas. Eran como una aristocracia intelectual. Jesús los critica, aun reconociendo que no todos eran así, pero muchos de ellos tenían un comportamiento que sus discípulos no debían imitar. Jesús los cataloga como guías ciegos. Los define como avaros, vanidosos e hipócritas, que bajo su solemnidad escondían falsedad e injusticia.
Ellos en el templo ocupaban los asientos preferidos para ser vistos por todos y en los banquetes estaban en los lugares principales junto al dueño de casa, escudados en su aparente piedad y conocimiento de la Ley. A veces se quedaban con los bienes de la gente pobre e indefensa. Se servían de su ministerio para enriquecerse y lograr que la gente le rindiera honores. Esa falsa religiosidad pasaba inadvertida para muchos, pero no para Jesús.
Como contraposición aparece una mujer, en una sociedad machista, que es pobre y viuda, que ha echado en el arca de las ofrendas dos pequeñas monedas, y Jesús llama enseguida a sus discípulos dado que difícilmente en el ambiente del templo podría encontrarse un corazón más religioso y más sensible para los necesitados.
Una mujer, cuyo nombre no conocemos, que no está buscando honores ni prestigio, actúa humilde y calladamente. No piensa en explotar a nadie, por el contrario da todo lo que tiene porque otros lo pueden necesitar. Y Jesús está tan conmovido con la actitud de la mujer que dice que ha dado más que nadie, pues no dio de lo que le sobra, sino entregó todo lo que tenía para vivir.
Estas personas sencillas, pero de corazón generoso, que aman de verdad, son lo mejor que tiene la iglesia. Estas personas son las que en la iglesia mantienen vivo el espíritu de Jesús en medio de actitudes falsas e interesadas. Son las personas que más se le parecen al Señor. Una doña Nadie, para aquella cultura, pobre y viuda, cuya nada que posee se convierte en el todo que da mostrándose como modelo.
Ofrecer el último puñado de harina, la última gota de aceite, el rato que nos está faltando, los dones para el servicio a otros, las dos últimas monedas que se poseen como esta mujer, son acciones verdaderamente grandes que solo los favoritos del Reino de Dios son capaz de realizar.
Por eso la viuda de la historia se acerca en su gesto a aquel, al Señor Jesús, que por vos y por mí se dio a sí mismo, para que entendamos que la vida que Él enseñó a vivir no consiste en quedarse viendo la superficie de las cosas, ni a dejarse engañar por el ruido de los actos espectaculares. Jesús enseñó a mirar el hilo a veces imperceptible de la historia de fe escrita por la gente humilde que supieron entender cuando Jesús decía “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.
Jesús le interesa hacer consciente a la gente sencilla respecto a lo que estaba pasando. Aparece así una de las constantes del Evangelio de Marcos: el pueblo donde él vivía no estaba en buenas manos y la culpa era esencialmente de sus guías. ¿Sucederá esto también ahora?
¿Estamos dispuestos a entrar en la conversación con el texto que tenemos esta mañana en nuestro leccionario? Las lecturas bíblicas son siempre como un espejo en que podemos mirarnos y ver si nuestra vida está de acuerdo con la mirada de Dios, dejándonos interpelar por Él sobre nuestra conducta y nuestras intenciones.
¿Nos vemos retratados en algo de la actitud de los escribas tan criticada por Jesús?: “los que les encanta es pasearse con ropas largas y que les hagan reverencias”, “ los que buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos”, ”los que buscan los primeros lugares, que los alaben y que los tengan por importantes y santos”. Y si nos miramos frente a frente a la mujer de la historia: ¿sabemos hacer el bien sin llamar la atención? ¿somos desprendidos con los muchos o pocos bienes que tenemos? A la viuda del templo no la aplaudieron los hombres, no se hubieran dado cuenta de su presencia si no hubiese sido por la observación de Jesús. Pero Jesús sí se dio cuenta y la puso como ejemplo, como modelo de generaciones y generaciones de futuros cristianos. Fue Jesús el que la aplaudió. Él era una especialista de ver en lo oculto.
Dios ve más allá de las apariencias, Él ve el corazón de sus hijos. No todos son líderes, ni salen en los periódicos por hacer grandes aportes. La viuda dio solo dos monedas, pero dio con amor. Dio lo que ella también necesitaba, estuvo dispuesta a correr el riesgo de un futuro desconocido, sin ninguna seguridad. ¿estamos preparados a dar alguna vez no de lo que nos sobra, sino de lo que nos haría falta también a nosotros? ¿imitamos el ejemplo del que como dice la carta a los Hebreos “se ofreció a sí mismo”? ¿damos solo limosnas o nos entregamos a nosotros mismos, nuestro tiempo, nuestros dones, nuestro trabajo, nuestro amor? ¿será cierto esto que suele decirse que los pobres son más generosos que los que tienen más?
A Jesús no se le pasa por alto esta mujer que desde su pobreza, pero fiándose en Él lo da todo. La viuda ha dado una cantidad insignificante y miserable, como es ella en lo que aparenta. Su sacrificio no se notará en ninguna parte, solo en la mirada de Jesús: ella no transformará la historia, después de todo la economía del templo se seguirá sosteniendo con lo que aportarán los ricos y poderosos. Pero Jesús lo ve de otra manera: “Esta pobre viuda ha puesto más que nadie”. Su generosidad es más grande y auténtica. Los demás pusieron lo que les sobraba, pero esta mujer ha puesto todo lo que tenía para vivir. Si necesitamos un texto bíblico que nos exhorte a dar no solo de lo que nos sobra, aquí lo tenemos.
Es probable que esta viuda estuviese mendigando a la entrada del templo. No tiene marido, no tiene status. No tiene más que un corazón grande y una confianza total en Dios. Probablemente, sabe mejor que nadie de las necesidades de otros pobres a los que se ayudaba desde el templo.
Desde el Evangelio mismo, el Señor nos invita a pensar sobre qué bases nos valoramos a nosotros mismos y valoramos a otros. Si nos valoramos por lo que poseemos, es probable que nos incapacitemos para el amor, la ternura, la ayuda solidaria. Jesús nos invita a valorar a las personas desde su capacidad de entrega. La grandeza de una vida, en la visión de Jesús se mide en último término no tanto por los conocimientos que posee, ni por los bienes que ha logrado acumular, ni por el éxito alcanzado, sino por la capacidad de ayudar a otros y a sí mismo a lograr una vida más humana.
Cuánta gente humilde que a veces ni tomamos en cuenta, como esta mujer del Evangelio que dio la mejor ofrenda al decir de Jesús, aportan más a la humanización de nuestra sociedad con su vida generosa y disponible para la ayuda a los que necesitan que muchos protagonistas de la vida social, política, o aun religiosa, que son muy inteligentes y rápidos defensores de sus intereses, protagonismos y posición.
Una mujer se acercó a toda prisa al violinista Fritz Kreisler después de un concierto y le dijo efusivamente: “Oh, yo daría la vida por tocar como usted!”
Él le contestó serenamente: “Eso es exactamente lo que hice yo, he dado la vida para arrancar de este violín las melodías que usted ha escuchado”.
¡Qué gran ejemplo el de este violinista! Si hay personas en este mundo que dedican sus vidas enteras para dominar un arte o una disciplina, cuanto más nosotros como hijos de Dios deberíamos presentarle una vida cristiana de excelencia.
Caminando con Jesús descubrimos que dando, también recibimos, que la avaricia es fruto de una visión limitada de la vida, que se puede experimentar la felicidad brindándose a los demás, que Dios es generoso como nadie. Que imitar y seguir a Jesús no solo vale la pena, ¡vale la vida!
Audio de la prédica
Próximamente
Texto: Marcos 12: 38-44
Predica: Pastor Hugo N. Santos
Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).
Domingo 11 de noviembre de 2018. 25º de Pentecostés.
Orden de culto
Momento de los niños
Próximamente
Deje su comentario