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La Fe que te mueve y te hace vibrar

5 noviembre, 2017 - 11:00 a 13:00

Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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Cierto día, sin más, salí y me olvidé la cruz que siempre llevo colgada. Durante el viaje tuve la extraña sensación que las cosas no iban a andar del todo bien, ¿por qué?, porque me había olvidado aquello que, más que signo, se había convertido en un amuleto, una especie de garantía o salvaguarda en mi trabajo. Por supuesto que las cosas salieron bien, al menos creo, como el Señor esperaba que sucediesen.

Puede resultar gracioso o hasta patético si es el pastor el que se los cuenta pero no hay que olvidar nunca que nuestra existencia, busca y necesita permanentemente, de artículos o referentes que le den forma a aquellas cosas en las que creemos. El problema es tan viejo como la iglesia Cristiana misma a lo largo del tiempo.

Durante una época de la iglesia se reaccionó tan fuertemente contra la atadura de las imágenes y lo que provocaban como signo de adoración que se las destruyó por completo (se los llamó iconoclastas).

Así, hoy en día los templos y capillas protestantes o herederas de tal movimiento carecen en lo absoluto de imágenes. Para bien o para mal de nuestra historia, por más negación que uno haga de ciertos patrones de comportamiento, este vuelve a aparecer de distintas formas.

Los bancos, los templos y sus historias, marcan siempre una ligadura muy fuerte con nuestra fe. Esto es lo que significa la palabra religión. Un volver a unir lo que estaba separado.

La acusación de Jesús es clara y evidente para todos los presentes, de hecho, en los versículos siguientes a lo que leímos recién (vers. 13 y ss.), la acusación se transforma en condena explícita a los maestros de la ley. Maestros que por cierto, existen en todas las comunidades.

Usar las filacterias[1] era símbolo y signo visible de la pureza de la tradición y la piedad personal.

Tan fuerte era este dato que, por más que uno quisiese nunca iba a llegar a ser como uno de esos maestros que se veían por la calle.

Atacar la fiebre que produce la enfermedad no siempre es sinónimo de que la enfermedad se cure. De hecho, esto lo sabemos y afirmamos siempre aunque nuestra práctica sea distinta a lo que proclamamos.

La puerta de entrada que el Señor había creado para salvación de la humanidad era, curiosamente, bloqueada por los que se suponía aseguraban su entrada. La religión se transformó en algo pesado, algo insostenible para cualquiera que se acercase a ella.

La suma de obligaciones era tan grande y excesiva que nadie podía cumplimentar los requisitos para ser salvo.

Por ende, nuestra fe, proclamada desde el Evangelio y con la pesada historia que tenemos por detrás, debe ser ante todo, una religión liberadora, una expresión del privilegio del servir a otros y no del ser servido por los demás.

Por eso, la definición de Jesús es clara y tajante. La ley de Dios no es problema. Si lo es la mala aplicación de la misma.

Nuestra fe compromete privilegios y deberes en el mismo ámbito y en el mismo grado.

Cuando no entendemos o aceptamos el privilegio de servir a los demás, simplemente estamos atados a nuestras tradiciones.

Cuando no entendemos o aceptamos nuestra fe como una tarea cumplida por todo su pueblo, nos resignamos entonces, a ver el cuerpo de Cristo como una jerarquía establecida con los límites que le pongamos por delante.

Cuando no queremos aceptar que somos Iglesia más allá de las paredes de nuestros templos, nos resignamos a no llevar adelante la misión de proclamación del Evangelio.

El evangelio y el crecimiento y maduración de nuestra fe no son un producto hecho y fabricado en determinados templos, con determinadas tradiciones o en un formato dado. La ley del Señor es una fe viva que mora en el corazón de su pueblo.

Nuestra propia historia nos traiciona muchas veces. Por eso el recordatorio fundamental de las filacterias era: “tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto” (Ex. 13.3).

La memoria del pueblo de Dios es la de Un Dios Salvador y Liberador, un movimiento no atado en Sinagogas, templos o capillas. Una memoria que se nutre del Servicio hacia aquellos que más nos necesitan. Una obra que depende exclusivamente de la Gracia de un Padre que nos amó de tal manera que entregó a su único Hijo para que todo aquel que en el crea, no se pierde, mas tenga vida eterna.

Que el Padre de amor nos de cada día esta fe. La fe que supo guiar a su Iglesia a lo largo del tiempo para que nunca dejase de moverse en pos de la salvación.

Amén


[1] Literalmente en Gr. Significa salvaguarda. Cajitas de cuero que se ataban a la frente y la mano izquierda con porciones de la ley de Moisés. De esta manera la ley era llevada en todo momento por su pueblo fiel.

Audio de la prédica

Texto: Mateo 23.1-12

Predica: Pastor Leonardo Félix

Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).

Domingo 5 de noviembre – 23 de pentecostés

Orden de culto

 

Detalles

Date:
5 noviembre, 2017
Hora:
11:00 a 13:00
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Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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