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Justicia que suple, amor que abraza
24 septiembre, 2017 - 11:00 a 13:00
Organizer
Parte de los estudios de psicología conductista de los años 50 en EEUU trataron durante esa década y la siguiente, de demostrar que en ciertos sectores sociales de los conurbanos de las grandes ciudades, era posible nacer con un gen de maldad instalado que, tarde o temprano despertaba en curiosas y peligrosas formas de violencia callejera o bien, de bandas mafiosas de jóvenes que asolaban a algunas ciudades.
Si bien hoy para muchas personas esto nos puede parecer un disparate, para muchos la tesis esgrimida es un buen argumento para justificar el porqué de ciertas personas mejores o peores que otras. Del mismo modo, como hace muchos años atrás se daba por sentado que toda mujer existente, nacía ya con la capacidad de ser madre con todo lo que esto implica (desde el saber cambiar un pañal hasta el cuidado amoroso y tierno de los “cánones” de la época en donde este cariño se fijaba y determinaba).
En todo caso, este texto no habla ni de buenas o malas personas, ni de madres abnegadas o ausentes pero si, de un eje de comprensión que damos como instalado en nuestra sociedad, algo así como, “todos y todas somos por naturaleza, seres generosos”. Luego volvemos sobre este apotegma social, pero ahora vayamos al texto.
Con claridad uno ve que la obra se va desarrollando en intensidad en cuanto a la misma temática propuesta. El padre de familia que va contratando en 5 veces consecutivas a distintos grupos de obreros para su viña.
Si bien el climax llega con el evidente enojo de los primeros que fueron contratados (vers.12), uno ya puede anticipar que algo sucederá en relación a este extraño mecanismo de contratación que privilegia la necesidad del otro por sobre la producción que puedan dar o la relación de costo – beneficio laboral. ¿Por qué anticipamos que algo va a suceder en la obra? Quizás porque nuestro mecanismo de “generosidad” cotidiana no es algo tan instalado como pensamos en la vida y hay algo que sospechamos como “injusto”
En esta paradoja justamente, entre los justo- injusto, generosidad- conveniencia se mueve esta parábola tan bien descripta por Mateo.
En todo caso, busquemos aquí, cuales son las señales que nos indiquen que nuestro actuar es semejante al Reino de los cielos tal como expresa Jesús.
Justicia y generosidad (vers.13 y 15): Nuestra palabra debe poder ser confirmada por nuestros actos. Aquello a lo cual nos comprometemos a diario no es un hecho menor. Es lo que confirma nuestra solidez como seres humanos y principalmente como hijos e hijas de Dios. Es fundamental no perder esta relación entre lo que decimos y hacemos.
Y por el otro lado, la generosidad del acto emprendido. Estos no son datos que vienen dados genéticamente. Es algo buscado, algo aprendido y algo requerido para ser señal del Reino en medio del mundo que vivimos. Cuando la única regla existente que marca el valor de las personas, son las leyes del mercado laboral, uno descrubrirá rápidamente que deja de tener algún valor como persona, apenas pasa los 35 años, vive en tal o cual lado, etc., etc.
¿Podés ver con claridad donde están tus actos de generosidad cotidiano? ¿es algo buscado con esfuerzo o simplemente no ves la necesidad de los mismos?
Justicia y perdón (vers.12 y 14). ¡Cuán difícil se nos hace salir de los parámetros de los cuáles hablamos recién cuando lo único que priman son nuestros propios intereses, nuestro propio sentido de justicia. La envidia y el rencor son elementos que se destacan aquí como una antiseñal del Reino.
El evangelio es un equilibro buscado entre justicia y generosidad y siempre a favor de aquellos que menos tienen. Cuando la generosidad actúa desprovista de la justicia del amor de Dios, así como cuando la justicia actúa desprovista del perdón necesario, el conflicto y las situaciones de injusticia se perpetúan.
La pregunta en todo caso, sería ver en nuestras actitudes cotidianas a favor de quién corre nuestra justicia cotidiana, ¿sólo los “nuestros”? ¿Sólo los que son como yo?, ¿cuál es el parámetro que mueve tu sentido de justicia cotidiana? ¿Ser equitativo, paliar situaciones determinadas o tratar de suplir lo que falta?
Considerando a los demás. Por último, como para redondear lo visto, la generosidad, así como el sentido de justicia en nuestras acciones tienen un marco que las determina y las identifica. En este caso, solo hay señal del Reino de los cielos, cuando el marco está dado por Jesús.
En este caso, todos sin excepción pudieron volver con algo a sus casas para comer ese día. El amor de Dios de este modo, suple en muchos sentidos nuestras carencias afectivas, de cálculo y previsión también.
Son estas señales del Reino por venir, las que marcan un nuevo rumbo, las que muestran seres humanos distintos, transformados por esa cruz de Cristo.
Esto no es algo adquirido como decíamos al principio, es algo que se construye, se aprende y se busca todo el tiempo como parte inherente de nuestra identidad en Jesús.
Que el Dios generoso de la Biblia, sea el Jesús que podamos mostrar todos los días en nuestros dichos y actos.
Amén.
Audio de la prédica
Texto: Mateo 20.1-16
Predica: Pastor Leonardo Félix
Iglesia Metodista Central de Buenos Aires.
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