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Hagamos lo mismo nosotros
14 julio, 2019 - 11:00 a 13:00
Organizer
Siempre, un mismo texto, una misma historia puede ser reactualizada a nuevos contextos, a nuevos actores que intervienen y obviamente, a nuevos espectadores presentes.
Un poco es lo que nos pasa cuando leemos una historia tan conocida como la del buen samaritano en estos días. ¿Cuántas veces habremos leído, visto o enseñado la misma historia desde la escuela dominical, desde el púlpito y otros lugares no tan sacros?
Así y todo, afirmamos que, la Palabra de Dios es “viva y eficaz….” Por el mero hecho que tu vida, tu misma vida, puede y va a sacar conclusiones diferentes sobre lo mismo según el tiempo que le toque vivir y pasar. Pondrá más énfasis en un lado que en el otro, notará estos detalles por sobre otros y así sucesivamente.
Trabajar esto con niños y niñas, amerita datos por momentos difíciles de explicar. Porque si bien el texto lo usamos como ariete de batalla con los/as más pequeños/as, está lleno de elementos que vale la pena profundizar y ver en su propio contexto.
Lo primero que hacemos con los/as más pequeños/as es obviar referencias culturales y geográficas que no nos son propias: Samaria, Judea, Sacerdotes, Levitas, ¿acaso dicen algo en nuestra vida?
Por esto mismo Lucas, al relatar la Buena Nueva (en gr. Eu angelion, Evangelio) cuenta tanto detalle a sus lectores. Lectores que nada saben de la geografía palestinense y sus problemas históricos, sociales o económico-culturales.
Ahora bien, el planteo de la parábola más que conocida está enmarcado por un planteo existencial de resolución concreta y práctica y esto, es indudablemente, lo que no podemos dejar pasar por alto. ¿Por qué? Porque aún las cuestiones más profundas existencialmente en la vida del ser humano (como por ejemplo vivir eternamente o no), se resuelven desde acciones diarias y directas que son inevitables.
Es justamente este texto y esta parábola una clara invitación a una fe que se articula con una praxis determinada y sale definitivamente, de los planteos “oficiales del templo” (en este relato representados simbólicamente por el sacerdote y el levita del templo).
Veamos entonces en detalle, el marco y su contenido. La historia se presenta como un prueba mal intencionada a Jesús. No hay un querer saber realmente (del cómo se hereda la vida eterna), sino ponerlo a prueba al maestro. Al mejor estilo de lo que el evangelio muestra, Cristo le deriva la pregunta con otra.
Amar a Dios, y luego al prójimo como a uno mismo es la clave.
Así y todo, pese a la franqueza del argumento bíblico (Deuteronomio 6.4 y Levítico 19.18), hay otra interpelación más: ¿Hasta dónde amo a mi prójimo? ¿Hasta cuándo lo seguiré amando?
Sobre estas dos preguntas, podríamos ver la enseñanza puntual de la parábola:
- Nuestra educación no basta para amar como el evangelio demanda (Lucas 10.30-32). Muchas veces suponemos que lo que hemos recibido en nuestra educación formal, así como lo que recibimos en nuestros hogares o con los amigos, basta y sobra para ser una buena persona. El evangelio es algo más que ser llamados “buenas personas”. En todo caso, tal como la parábola lo muestra, te invita y confronta a revisar tus valores y espacios de afecto todo el tiempo.
¿Cuáles son hoy los elementos que me impiden acercarme a los que sufren desarraigo, humillación o simplemente, me quieren limpiar los vidrios del auto?
Jesús actúa sobre datos de nuestra educación y cultura y los cambia con fuerza: nuestros miedos, nuestros prejuicios y nuestras propias limitaciones afectivas. No basta con amar a los que nos aman, o saludar a los que nos saludan (ver Mateo 5.44-48), el seguimiento en Cristo es una apuesta a más aún…
- Nuestra generosidad habitual no basta frente al evangelio (Lucas 10.33-35). Quizás el samaritano ejemplifica con fuerza pedagógica lo que el seguimiento demanda al creyente, y lo que una fe comprometida cambia en nuestras prácticas habituales: deja tiempo de su vida por atenderlo al otro, deja dinero para que el cuidado siga, deja ganas personales de lado para ver qué pasa luego, cuando el regrese.
Jesús altera tus tres percepciones más controladas (o que supones más controladas en tu vida): tu dinero, tu tiempo y tus ganas. Cristo te vuelve una persona profundamente generosa en estos aspectos de tu vida y cambia tus prioridades.
En esto también, Jesús es una apuesta a más en tu vida, a salir todo el tiempo del lugar y espacio donde ya te habituaste para buscar nuevos desafíos.
Finalmente se cierra el marco de interpretación de Lucas. La vida eterna no es un bien heredable que obtengo luego de años de vivir en este mundo. Es la vida eterna algo que se comienza a vislumbrar y a entender cuando uno comienza a cambiar su perspectiva en la mirada y acciones cotidianas acá, en este mundo.
La eternidad junto con Dios no es, en la ética del creyente, un escapismo soñado o anhelado fuera de este mundo en el que vive para aislarse de la realidad presente. Es la vida eterna y futura, garante de un tiempo presente distinto, testimonio de lo que ya está y de lo que ha de venir. Porque no hay vida sin amor, y no hay amor que no se pueda compartir. Y la fe es justamente, la generadora de espacios de comunión, más allá de nuestra educación, más allá de las prebendas que hemos recibido y no queremos o deseamos dejar.
Si hemos entendido que esta enseñanza dada al escriba, es también para nuestra vida, que sean también para nuestra vida las palabras de Jesús, desafío y provocación a mejores acciones y pensamientos: “Ve y haz tú lo mismo”. Amén.
Audio de la prédica
Próximamente
Texto: Lucas 10.25-37
Predica: Pastor Leonardo Félix
Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).
Predicación Almagro. Domingo 14 de julio de 2019. 5º de pentecostés.
Orden de culto
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