
- Este evento ha pasado.
Evento Navigation
Que el Espíritu te impulse a elegir
5 marzo, 2017 - 11:00 a 13:00
Organizer
“No quiero probar porque me tiento…” ¿Qué buena frase verdad? Las formulaciones que siguen a esta sentencia son siempre del más variado tipo. Como por ejemplo: “Probá un poquito, ¿qué te va a hacer?” “¿Como sabés si te va a tentar si nunca probaste?” O bien frases que te invitan como: “¡probá que te va a encantar!” O bien, una frase que una vez leí en un negocio: “por favor, lo invitamos a que toque toda nuestra mercadería”
Este tipo de frases juegan habitualmente con aquellas cosas que son debilidad en nuestra vida. De hecho, tratamos de no exponernos a aquello que nos va a tentar y no podremos evitar probar (algo dulce, o salado, según el caso, o cualquier otra cosa –vicio- a la cual sabemos ciertamente que no le podemos decir que NO).
Tener certeza sobre aquellas cosas que nos tientan1 (de la raíz de la palabra uno puede entender mejor el: “no toques eso…” de nuestra infancia”) es tener certeza sobre aquello que ya conoces por tu propia experiencia “sensorial”. De ahí nos viene el término en castellano (ejercicio del tacto, del palpar).
Al mismo tiempo, es tener certeza sobre tus propias debilidades. La tentación como tal, para nuestra sociedad siempre tiene una connotación negativa, objetable, “reprochable”.
Ser cuidadosos con este dato nunca está de más. En una sociedad como la nuestra, machista mayormente, que vive de una apariencia fuerte, renovada, eternamente joven, tiende a rechazar automáticamente a aquellos y aquellas que se dejan caer en las “tentaciones” variadas que hoy podemos ver y tocar. ¿La paradoja de esto cuál es? Que la misma sociedad que rechaza la debilidad propia y ajena como una anti – virtud es la misma a la vez que “tienta” todo el tiempo a sus mismos miembros.
¿Por qué de este modo? En parte por nuestra propio pecado original como cuenta romanos (del cual Cristo salva a la humanidad), y parafraseando al mercado actual uno podría decir que: “No hay mejor manera de saberse fuerte que habiendo vencido a la competencia” (diría un conocido: “lo que no te mata, te engorda”) Pero este tipo de frase como la enunciada en el párrafo anterior es algo más que el pensamiento del mundo en el que vivimos. Uno puede ver esto justamente en el evangelio de hoy, en esta “pelea personal” entre Jesús y el Diablo, también llamado Satanás2 o bien, el tentador como nos cuenta Lucas en su Evangelio.
Volvamos con atención a las tres tentaciones que nos presenta el relato y los invito a que hagamos algunas deducciones obvias, seguramente pero útiles, sobre el relato.
1ª Tentación: Convertir piedras en pan.
2ª Tentación: Salto al vacío y promesa de cuidado de Dios.
3ª Tentación: Poder y gloria, adorando a un nuevo señor y dios.
Siempre tratamos de parafrasear estas tentaciones con cosas que nosotros conocemos o suponemos cercanas, como el hambre, el prestigio de saberte “intocable” y tener en la mano el poder de aquellos “reinos” que ves.
Si bien tratamos de aplicar este tipo de elementos en forma cotidiana a nuestra vida, para que la palabra tenga cercanía a nuestra realidad, cabe preguntarse aquí, ¿cuántos de nosotros pasamos por este tipo de pruebas?, ¿cuántos de nosotros han ayunado cuarenta días, o hemos saltado al vacío confiados en que la mano divina nos agarraba o cosas similares?
La tentación del texto de Mateo es más directa y con menos “vueltas” y alegorías de las que a veces pensamos.
El que Tienta en la historia, invita al Hijo de Dios a pararse desde otro lugar, desde otras potestades. En esto, Jesús es tentado como ninguno de nosotros puede serlo, ¿o sí?
El Cristo del evangelio de Mateo es invitado a ver la vida del hombre desde fuera del proyecto de vida que Dios arma para el desde los tiempos de Adán. Desde fuera del amor a la humanidad creada por Dios.
Es este amor en la filiación divina (entre Padre e Hijo) lo que da sentido al proyecto. De otro modo (es decir desde el ser padre), no se entiende cuán grande sacrificio es ofrecido en la cruz.
Más de una vez, hemos dicho desde aquí que el Elegir es renunciar. Jesús es en este sentido la síntesis de la elección, de la obediencia y también de la renuncia desde un lugar donde su pueblo no podía aceptar.
- Renuncia al alimento en el desierto, y así y todo no claudica como su pueblo siglos atrás cuando tuvo que pasar la misma prueba.
- Renuncia al espacio de poder, y así y todo se mantiene con poder en la tentación, cosa que el Sanedrín no pudo hacer frente al Tetrarca de turno y aceptó sus prebendas y favores.
- Renuncia al prestigio de turno, y sin embargo es digno de honra y honor, algo que Herodes mismo, aun siendo de familias judías de estirpe nunca pudo alcanzar.
Quizás tus tentaciones en la vida sean más simples, menos abarcativas, o no tan ambiciosas pero lo cierto es que, cada nueva tentación te vuelve a dejar parado o parada en el mismo lugar que Jesús: en el de la elección y por ende, el de la renuncia.
El Espíritu de Dios, al igual que a Jesús mismo, también te impulsa a esos desafíos, no porque sea un perverso o un indolente a tus necesidades. El Espíritu de Dios siempre te va a impulsar a los lugares y situaciones donde tengas que elegir ciudadanía, filiación como hijo, solidaridad para con otros. Y en todos los casos la pregunta la tendrás que resolver vos: ¿a qué estás dispuesto a renunciar? Amén.
Predicación Central de Buenos Aires. 5 de marzo de 2017. 1º de Cuaresma.
Textos: romanos 5.12-16 y Mateo 4.1-11
Predica: Pastor Leonardo D Félix
Deje su comentario