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El amor al dinero

9 septiembre, 2018 - 11:00 a 13:00

Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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Si están pensando en empezar a leer un libro del Antiguo Testamento, no está para nada mal que se orienten hacia el libro de Proverbios. Fue atribuido a Salomón, sin embargo es probable que fuera escrito por varios autores y en distintas épocas. Podemos decir que tiene un carácter internacional porque describe un tipo de sabiduría que es común a diferentes pueblos como si fuera una sabiduría que pasó por diferentes lugares de la antigüedad. Tales refranes no son en su mayoría específicamente religiosos, ni teológicos, más bien se extienden a todos los aspectos de la vida que se nos puedan ocurrir. Hasta habla sobre nuestra relación con los animales. Es un libro práctico sobre la sabiduría.

A pesar de esto, el texto pone de manifiesto, al principio, que la sabiduría comienza por honrar a Dios. Como si dijera: antes de tratar cualquier tema tomemos a Dios en serio. Por eso, le interesa imaginar los sentimientos de Dios: “el Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas…odia el engaño y ama la integridad”…

Proverbios no es un libro de reglas rígidas para la vida, más bien lo que hace es hablar acerca de cómo funciona la vida (“la blanda respuesta…quita la ira, más la palabra áspera… hace subir el furor”). Los autores de Proverbios sacaron los refranes de su propia experiencia, de su observación, de los aciertos y fracasos propios y ajenos.

La fórmula de la sabiduría no se refiere a los conocimientos acumulados, es conocimiento más obediencia. Conocimiento es saber lo que es correcto y lo que no, obediencia es actualizarlo en la propia vida. Ambas son importantes. La idea que corre en Proverbios no es simplemente conocer, sino canalizar ese conocimiento por el camino que sigue la línea del propósito de Dios. La obediencia es la decisión para usar ese conocimiento.

La exhortación permanente de Proverbios es buscar la sabiduría, adquirirla, la sabiduría es lo primero. Quien no lo hace, Proverbios lo cataloga como persona tonta e ignorante en contraposición con la persona inteligente.

Por eso, un libro que trata tan largamente el tema de la sabiduría en sus distintos aspectos no podía haber olvidado la cuestión de la plata y en los textos de esta mañana se la desarrolla en dos aspectos: en primer lugar tiene que ver con que la acumulación de dinero no puede ser la meta principal de la vida: “más vale tener buena fama y reputación que abundancia de oro y plata”, lo segundo, una firme recomendación para que aquel que es pobre y aquel que es débil no sean avasallados: “No abuses del pobre por ser pobre, ni oprimas ante los jueces al indefenso”, y aclara de qué lado está Dios si eso se produjera: “pues el Señor saldrá en su defensa y oprimirá a quienes los opriman”. El Dios en que creemos es un Señor que actúa y que al actuar toma partido.

Un libro que habla de la sabiduría, no puede dejar de hablar del dinero. Con mucha facilidad, cuando aparece el dinero entran en juego asuntos que nada o poco tienen que ver con las funciones reales que el dinero tiene que desempeñar en nuestra vida. Es que se trata de asuntos vinculados al amor o el desamor con todo una serie de elementos que entran en juego: deseos, temores, rechazos, culpas, sueños, etc.

Jesús dijo una vez que “allí donde está tu tesoro, allí estará vuestro corazón”. Lo que dicho en otras palabras sería como “dime donde está tu tesoro y te diré a quien realmente amas”. Lo ilógico e irracional está a menudo presente en el manejo del dinero: sujetos que se angustian ante la sola idea de gastar una cantidad ridícula de dinero, los avaros por ejemplo, y otros que son capaces de los mayores gastos sobre la base de tarjetas de crédito o cheques bancarios. Hay personas que tienen sentimientos de culpabilidad ante la sola idea que genera la posibilidad de ganar dinero, otros tienen pérdidas inexplicables de plata como conducta recurrente como si al hacerlo tuviesen que pagar algún impuesto compensatorio de algo.

Tener dinero, para algunos, es como tenerse a sí mismo. Si soy lo que tengo y lo que tengo se pierde, entonces, ¿quién soy? En ningún sector de la vida aplicamos tanto nuestros conocimientos aritméticos, arriesgamos la calidad de nuestros sueños y de nuestra vida toda. En nuestra relación con el dinero se encuentran implicadas cosas que tienen que ver con el amor, una cuestión libidinal inconsciente dirían los psicoanalistas, hasta con raíces infantiles. Esto explica por qué el dinero provoque tantas reacciones de doblez, genere falsos poderes e hipocresías. Algunos estarían dispuestos a comentar asuntos muy íntimos de su vida personal antes de contar cómo manejan la plata o cuánto tienen en el banco.

Los temas vinculados al dinero pertenecen a nuestro mundo privado, son a menudo un tema tabú, expresión que usamos para referirnos a ciertas cuestiones que son evitadas, que no son conversadas ni transmitidas. En pocos asuntos nos mostramos más hipócritas que con el dinero, tantas cosas generan tanto disimulo respecto a lo pensamos, a lo que realmente hacemos, a lo que tenemos.

Sin embargo, a pesar de estar silenciado y omitido, en cuanto a su uso y valor, el dinero es un omnipresente en la vida cotidiana. Aunque su relación con el dinero puede ser diferente de uno a otro, nadie puede decir que el dinero no le interesa. El dinero, nos guste o no, es un protagonista central en nuestra sociedad.

El que diga que no, voy a sospechar que esta semana no prendió ni la televisión, ni la radio ni leyó ninguna noticia en internet. Bastaría que hiciéramos zapping por algunos canales de día o de noche para que nos encontremos con un grupo de gente hablando sobre algún tema que tiene como centro la cuestión de la plata. El dinero es la máscara bajo la cual se encubren muchos contratos interpersonales. En una sociedad machista, se ha convertido, está asociado, con la potencia y la virilidad. El dinero tiene que ver con todo: pareja, hijos, creencias, principios éticos, proyectos, evaluación del pasado. Por eso, el tema del consumismo en nuestra sociedad occidental. Comemos y bebemos las fantasías que nos suministra la propaganda. Consumir se ha hecho un fin en sí mismo, en algunos casos una compulsión en el que el ser queda sustituido por el tener, hasta lograr una perversa identificación que podría hacer decir a algunos: yo soy lo que consumo. Norman Brown decía que ya no damos el excedente a Dios, el proceso de consumir un excedente cada vez mayor es, en sí mismo, nuestro Dios”.

Y esto nos lleva al texto de Santiago. Salvando las distancias temporales, es un libro del género sapiencial como Proverbios. No era por cierto el libro preferido de Lutero porque solo mencionaba dos veces a Jesús y el énfasis puesto en las obras relativizaba, para él, el valor de la fe. Pero para el desarrollo de nuestra fe necesitamos textos como el de Santiago en una época que debemos priorizar el valor de la vida.

Para ir a las estadísticas, tenemos que decir que a comienzos del siglo XX la expectativa de vida era de 46 años. La semana pasada escuchaba a un experto en el tema que decía que un bebé que nace en el día de hoy tiene una expectativa de vida de 100 años. ¡Extraordinario progreso! Pero tal crecimiento, no ha corrido parejo con la calidad de vida. El mundo de hoy rico en medios materiales y posibilidades técnicas no lo es en cuanto a la sabiduría para el buen vivir.

Santiago es un libro esencialmente práctico que no se pierde en divagaciones abstractas ni consideraciones académicas pero sí va al grano respecto a cómo actuar y mirar la vida y toma posición frente a los conflictos sociales, frente a la justicia y a algunos de los problemas que hoy afectan a la humanidad. El cristiano se muestra como tal entre la armonía de haber creído y de poner en práctica esa fe. Santiago enseña que lo que se hace es la prueba visible de lo que se cree y esto afecta todas las áreas de la vida. Santiago está convencido que la fe es algo visible. La fe se ve por las obras que la acompañan.

Santiago habla en contra de una fe estéril que no nos convierte en instrumento de lo que Dios inspira a partir de la experiencia que Él pone en nuestros corazones. Por eso dice que la fe sin obras, es muerta. Lo que nosotros somos está más cerca de lo que hacemos que de lo que decimos.

El manejo del dinero tiene que ver con nuestra espiritualidad. Santiago no tiene ninguna dudas al respecto. Alguien ha dicho que es más fácil convertir el espíritu que convertir el bolsillo, y otro que “nuestras billeteras tienen más que ver con Dios y con el infierno que nuestros himnarios”. El dinero, aunque nos cueste reconocerlo tiene que ver con lo más esencial de nuestra vida, allí donde están las cosas que nos hacen sufrir o gozar.

Interesante que Santiago coloca un tema, que solemos pensarlo como aspecto material, en el centro mismo de nuestra vida espiritual, esto es la relación con nosotros mismos, con nuestro prójimo y con Dios.

Santiago afronta desde el comienzo de su carta un tema que le importa mucho. El tema de los pobres y los ricos. Sobre esta cuestión, en una carta que no es demasiado larga volverá al tema en cuatro ocasiones. Las palabras de Santiago conservan su eficacia siempre y cuando no sean reducidas a una serie de prescripciones. La elección de los pobres por parte de Dios no excluye a los ricos, sino que abre una nueva perspectiva para todos. Uno es rico o pobre no en función del tener sino del ser. A los pobres en bienes materiales, Santiago los llama “pobres según el mundo”.

Santiago es consciente que la codicia por el dinero suele empobrecer al hombre, a hacerlo menos rico, más inhumano, más ciego e insensible frente al dolor de los que sufren. Por dinero se arman las guerras, se renuncia a los valores, se dividen familias, las personas se convierten en cosas…

Esta semana, Editorial Planeta publicó un libro que lleva este título: “La raíz de todos los males”, por supuesto habla del dinero, más concreto, del dinero en Argentina. Lo estuve mirando, parece interesante, pero el título no es original. Es lo que le dijo el Apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: “El dinero es la raíz de todos los males”. Jesús en el Sermón del Monte exhortaba a no acumular riquezas, decía que no se podía servir a Dios y a las riquezas. Jesús exhortaba a la generosidad.

Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo de 7 años invadió su laboratorio, que estaba en su casa, decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese dar con el objetivo de distraer su atención.

De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos, le dio un rollo de cinta adhesiva y se lo entregó a su hijo diciendo: “como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie”. Entonces calculó que al pequeño le llevaría como 10 días componer el mapa, pero no fue así.

Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.”Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo”. Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que, a su edad haya conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo.

Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?- Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?- Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo.

El dinero debe estar al servicio de lo humano y de la vida, no solo para nosotros mismos, sino para los demás. Recuerdo que una de las cosas que aprendí en mi clase de Escuela Dominical de pequeño es que no somos dueños de nada, solo administramos los bienes que Dios nos confía. Nada trajimos y nada llevaremos. O como dice el refrán “la mortaja no tiene bolsillos”.

El mundo y los humanos no somos cualquier cosa, somos aquellos por quienes Jesucristo ha dado su vida. Entregarse a Él significa también poner a su servicio nuestro dinero y a partir de ahí recibir la inspiración necesaria para administrar los bienes recibidos. No afirmándonos en el dinero, haciendo de él nuestra muralla y seguridad, como dice Proverbios de los ricos, sino aferrándonos al amor y a las promesas de Dios es como habremos de tener el tesoro mayor para nuestra vida.

 

Audio de la prédica

Próximamente

Texto: Proverbios 22: 1-2, 22-23; Santiago 2: 1-10; 14-17

Predica: Pastor Hugo N. Santos

Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).

Domingo 9 de septiembre de 2018.

Orden de culto

Momento de los niños

Próximamente

Detalles

Date:
9 septiembre, 2018
Hora:
11:00 a 13:00
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