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Domingo de ramos – Buscando cuidado y protección
9 abril, 2017 - 11:00 a 13:00
Organizer
Domingo de ramos, bien decimos de entrada triunfal en Jerusalén que anuncia la tragedia que vendrá (crucifixión), y también, en otras partes del mundo, domingo de palmas (haciendo referencia a las palmas de árboles que se iban tendiendo en el camino).
No habrá sentimiento más universal para el ser humano que el “miedo”. Mi abuela, de la cual les hablé en otras oportunidades, era una mujer profundamente temerosa de varias cosas y situaciones al mismo tiempo.
Una de esas cosas a las cuales temía, eran las gitanas. No sé si por el aspecto, por lo que ella imaginaba ver o bien porque parecían con poderes ocultos (¿qué cosas saben uds. que hagan las gitanas? – adivinan el futuro con cartas y leyendo la palma de las manos – )
Por años, este respeto mezclado con temor me quedó en la mente. ¿Cómo alguien podía ver tu futuro en tu mano? – asombroso, ¿verdad? –
Me resulta muy difícil creer hasta el día de hoy que esto sea posible (habrá quien lo crea) pero una cosa que aprendí con respecto a las manos es que, en todos los casos, cuentan tu historia pasada y presente.
¿Nunca vieron las manos de una persona de campo?, ¿o las manos de un pianista profesional?, etc., etc.
Las manos que tenemos hablan de lo somos y hacemos y también, de lo que no hacemos y de lo que no somos. Ver las manos de un bebé (redondas y sin desgaste) es una experiencia de contemplación increíble y también de deseos (¡Cuántas cosas nos habremos imaginado viendo las manos de nuestros hijos!). Y ni que hablar de las manos de una madre – acá los recuerdos son tan particulares como gente haya -.
La entrada de Jesús, el Hijo de Dios, a la ciudad de Jerusalén no es un dato aislado o perdido que leemos como si nada más existiese. De hecho, esta aclamación de toda la gente que lo recibe, tiene explicaciones que imaginamos a través de los domingos de Cuaresma que hemos ido pasando. Domingos donde vimos como los ciegos recuperaban la vista, la samaritana del pozo recobraba el sentido de su vida, Lázaro volvía a la vida y Jesús llegaba como buen pastor.
Entrar a Jerusalén, más que representar un final anunciado, era necesariamente, el comienzo de algo distinto para Jesús, para el pueblo que aclamaba y para cada uno de nosotros.
La entrada en un burrito (pollino según otras traducciones) y no en un caballo de guerra no es casual, así como tampoco lo es el pueblo a la vera del camino gritando y aclamando: “«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!». (vers.9b)
La vida que tenemos es mucho más que nuestras palabras. El texto de Mateo indica no solo palabras, indica gestos y acciones concretas (salir al camino), cortar, tender en el camino, señales y marcas en nuestro cuerpo, etc.
Tus gestos, posturas y actitudes que tomes en el camino, hablan tanto como tus palabras, sobre lo que la fe representa en tu vida. Así también, en la iglesia (que como la nuestra gusta de grandes discursos elocuentes), los gestos y las acciones son tan importantes como lo que se dice. Hablar de una vida consagrada a Cristo, implica una dirección de todo tu cuerpo hacía aquello que declama.
Hablar de una iglesia que se mueve en pos de la misión en Cristo, implica también ir hacia determinados lugares, y dejar de ir hacia otros necesariamente.
Todo milagro visto en Cuaresma (sanación, resucitación, etc.) está asociado automáticamente con toda tu vida (es decir tu mente, corazón, alma y cuerpo), y este es un dato que se repite una y otra vez en la Escritura. Por ende, toda tu vida, tiene que ser parte de la Buena Nueva que viene.
Tus manos abiertas implican muchas cosas (vacío y necesidad de ser llenadas, expectativa en promesas, sinceridad “no tengo nada”, y también ofrecimiento: te doy esto, todo esto es lo que tengo y te lo doy, etc, etc.)
Las palmas están abiertas en el suelo con un significado claro: no basta con lo que declamamos en nuestra vida sobre lo que Cristo hizo y hace en nosotros; es necesario salir al camino, gritar, aclamar y dejar las palmas abiertas ofreciendo todo, esperando todo lo que Dios nos pueda dar. Que sea nuestra en este tiempo, la oración del Salmista:
“Mas yo en ti, Jehová, confío; digo: «¡Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos!»” (Salmo 31.14-15).
Texto: Mateo 21.1-11 y Salmo 31.14-15.
Predica: Pastor Leonardo Félix
Iglesia Metodista de Almagro
Domingo 9 de abril de 2017. Domingo de Ramos.
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