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Domingo de Ramos: ¿Qué clase de persona es la que va arriba del burro?
14 abril, 2019 - 11:00 a 13:00
Organizer
Estamos comenzando la Semana Santa que nos introduce en la celebración de la Pascua. La Semana Santa comienza con el domingo de Ramos y concluye con la vigilia Pascual. La Pascua y otras festividades judías fueron a menudo el escenario de enfrentamientos con las autoridades romanas. Los peregrinos venían a celebrar con sus amigos y familiares, pero luego, en toda la ciudad, había un ejército de ocupación, soldados romanos mezclados con la multitud.
Las autoridades romanas fueron notoriamente antagónicas durante estas fiestas. Temían que las grandes multitudes pudieran causar problemas, por lo que traían un montón de tropas adicionales y se esforzaban por demostrar públicamente su poder. Los posibles alborotadores eran arrestados rápidamente, las autoridades reprimían las cosas que no les gustaban. Ocasionalmente, incluso, hacían cosas que eran hostiles, simplemente para demostrar su autoridad. Entonces, si la gente se dirigía a Jerusalén con la expectativa de una celebración alegre con sus amigos y familiares, la fuerza de ocupación romana se hacía especialmente grande y grosera todos los años, provocando molestia por ello. La multitud estaba agitada y descontenta. En ese contexto Jesús pidió a dos de sus discípulos que le consiguieran un burro. ¿Por qué un burro?
Este viaje en burro fue un gran evento, una gran entrada a la procesión real: ¡Jesús está siendo tratado como un rey! Pero ¿por qué? ¿Qué fue lo que hizo que Jesús montara en un burro? ¿Qué hizo que lo trataran de esa manera? No pensamos en las personas que montan burros como reyes, ¿verdad? ¿Qué pensamos de ellos? ¿De dónde vinieron estas expectativas reales?
Esto es lo que creo que es el trasfondo de Lucas 19: 28-40. En el Antiguo Testamento, hay varias personas que montan burros. Los burros se mencionan en varios lugares. En el contexto que hemos leído, Jesús establece Él mismo toda esta escena. No fue idea de los discípulos que Jesús montara el burro. Les dijo que fueran a buscar a este animal para poder montarlo. En Lucas 19, Jesús está eligiendo recrear una de las historias de montar en burro del Antiguo Testamento. Muchas veces decimos que Jesús es maestro y de verdad lo es. Él utiliza diferentes recursos para comunicar su mensaje, en este caso crea una escena que intenta trasmitir algo muy importante. Se suele decir que una imagen vale más que mil palabras, de hecho en el texto que leímos Jesús habla una sola vez para pedir que desataran a un burro que, probablemente, Él conociera, sin dar otras explicaciones: Si alguien preguntaba ¿para qué? Simplemente debían decir que el Señor lo necesita.
La escena del pasaje remite al desfile de Salomón. En 1 Reyes 1, el Rey David, el rey más grande de Israel era muy viejo y estaba próximo a morir. Aunque Salomón ya había sido designado como el sucesor de David al trono, otro de los hijos de David, Adonías, decidió aprovechar la debilidad de su padre para reclamar el trono para sí mismo. Adonías reclutó el apoyo de varios funcionarios importantes del gobierno de David y de algunos de sus hermanos, y acordaron apoyar su designación al trono. Luego organizó un gran desfile por las calles de Jerusalén y montó en un gran y poderoso carro para anunciar que él era el nuevo rey. Luego armaron una fiesta para celebrar juntos. Solo que eso no era lo que debía suceder. El nuevo rey se suponía que era Salomón. Ese era el deseo de David y lo que él interpretaba como el deseo de Dios. Cuando David escuchó lo que Adonías había hecho, le dijo a la madre de Salomón: “Así como vive el Señor, quien me ha liberado de todos los problemas, seguramente cumpliré hoy lo que te juré por el Señor, el Dios de Israel: Salomón, tu hijo, será rey después de mí, y él se sentará en mi trono en mi lugar”
David ordenó a su personal organizar un desfile rival. Es este Salomón que cabalgaría en el propio burro de David como un signo de la elección de Salomón por parte de David como su sucesor. Noten el contraste: el verdadero rey, el verdadero Hijo de David, no monta en un gran y poderoso carro; él monta en un burro. Cuando el desfile de Salomón recorrió las calles, toda la ciudad de Jerusalén estalló de alegría, tocando trompetas y tocando flautas y gritando tan fuerte que las paredes y el suelo de la ciudad temblaron. Adonías estaba aterrorizado y le concedió a Salomón el trono que había querido arrebatarle. El verdadero rey ganó, y el falso se vio obligado a ceder. El verdadero montó en un burro. También debemos saber que muchos años después de Salomón, pero casi 200 años antes de Lucas 19, el general judío Judas Macabeo volvió a representar el desfile de Salomón después de que él liberara a Israel brevemente al derrotar al rey sirio Antíoco Epifanes. En ese momento, el pueblo de Israel incluso extendió ramas de palmeras en el suelo mientras él desfilaba en un burro. Así que es obvio que la gente de Jerusalén en Lucas 19 tiene en mente el desfile de Salomón y la tradición siguiente. Lo que el pueblo entendía es que el verdadero rey monta en un burro. Como Salomón, Jesús va a expulsar al falso rey, César. Como Judas Macabeo, él liberará a Israel. Así que la gente extiende las hojas de palmera en celebración: esta historia es claramente lo que tienen en mente.
Así que ahí van, esas son dos de las principales historias de burros del Antiguo Testamento. Jesús eligió recrear estas historias cuando entró en Jerusalén, pero ¿cuál era el sentido que Él quería recrear? En Lucas 19, el verdadero rey, el verdadero Hijo de David, está montando en un burro. Definitivamente, Él ha venido a Jerusalén con el propósito de derrocar al falso rey. Seguramente va a liberar a su pueblo. Eso fue lo que la multitud creyó ver, así los vítores y las ramas de palmera. Pero estaban confundidos acerca de quién era Jesús y qué iba a hacer. Pensaron que su mayor enemigo era César. Querían ser rescatados del mal y la opresión, pero Jesús iba a rescatarlos del mal en todo su esplendor, no solo el mal de la superficie de la ocupación romana y la explotación por parte de los ricos. Pensaron que su nación y su fiesta habían sido manchadas por algo del exterior que entraba y arruinaba todo. Pero Jesús vino a expulsar a los reyes falsos dentro de ellos. ¿Cómo lo haría? ¿Cómo derrotaría a los reyes falsos? Por orden de Dios, y hablando y haciendo solo lo que Dios le dijo, montó su burro hacia la fortaleza del rey enemigo.
Pero la intención de Jesús no logró totalmente lo que Él pretendía. Él no hizo lo que la gente quería que Él hiciera. No lideró una revolución contra César como ellos esperaban. Pero quería algo más importante: liberar a su pueblo del pecado y la muerte. La única manera posible para que Él pudiera cumplir sus deseos más profundos era decir no a sus deseos inmediatos. Somos muy parecidos a esa multitud. Luego, cuando Jesús llega, va a trabajar en algo diferente de lo que tenían en mente. Y en nuestro caso ¿cómo reaccionamos? ¡Estamos molestos! ¡Estamos decepcionados! Tal vez incluso pensemos en decir: “¡Crucifícalo! ¡No lo quiero! “Pero tal vez la única manera posible para que Él pueda cumplir tus deseos más profundos es decir no a tus deseos inmediatos. La buena noticia es que a pesar de que la multitud estaba confundida acerca de quién era Jesús y lo que estaba haciendo, ¡la llegada de Jesús a Jerusalén fue precisamente el momento que todos habían estado esperando! Simplemente no era exactamente lo que Jesús quería hacer. Las alegres “Hosannas” de la multitud y las ramas de palmera estaban justificadas, pero no por las razones que habían pensado. Lucas 19 nos enseña que podemos confiar en Jesús. Él sabe lo que está haciendo, y para salvar a su gente estaba dispuesto a humillarse hasta morir, incluso la muerte en una cruz. Aprender a confiar en él, incluso cuando no hace lo que esperamos, requiere sabiduría para ver, fe para creer y humildad para someterse a su forma de hacer las cosas y no a la nuestra. Espíritu de Dios, por favor danos esas virtudes cristianas. Amén.
Por eso, el pueblo esperaba que se volviera a repetir la historia conocida. Es lo que esperamos nosotros cuando deseamos que así las cosas sucedan: que Dios se comporte a la medida de nuestros deseos, de nuestras necesidades, que el otro sea una especie de partenaire de lo que nosotros queremos. Que Jesús se convierta en un Rey y ellos sabían muy bien lo que era un Rey porque lo tuvieron y querían que vuelvan aquellos viejos tiempos en que fueron felices. Y entonces lo que percibían no era lo que la realidad les dictaba sino la realidad a la medida de lo que fue. La percepción se amalgama con el deseo y más aun si se trata de un fenómeno colectivo donde el otro es el espejo de uno mismo. Díganme si esto no ha sucedido en muchos momentos de elecciones o de momentos críticos en la historia de nuestro país. Como si a alguien le gritáramos, bien fuerte, “Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor”.
Pero Jesús no era el que ellos decían que era. El Mesías, sí; el único, sí. El Dios mismo, sí. Pero ese Dios no el que ellos dibujaban. Era un Rey como un Rey que jamás habían conocido. No era el Dios que ellos habían creado, poderoso, prepotente, altivo, narcisista, sino ese Dios humilde, amoroso, el mismo que quiere entrar a dialogar contigo, y transformar todas esas imágenes que has confundido con Dios y hacerte ver las cosas de un modo diferente a como las ves.
¡Qué decepción se llevaron! ¡Cómo no gritar crucifícale a la semana siguiente! Nosotros hemos perdido la brújula de la vida verdadera si no tenemos claro quién es el que va arriba el burro, quien es el que señala el camino a seguir.
¿Quién es para nosotros la persona que va arriba del burro? La cuaresma se acaba, comienza la Semana Santa. El Evangelio no es una leyenda, tampoco una simple historia del pasado. Es una revelación viva, actual, que nos manifiesta el verdadero sentido de la vida ante nuestros ojos. El Evangelio nos muestra la vida de Dios entre los humanos. Porque Dios vive siempre entre los humanos. Él ha prometido estar todos los días cerca nuestro hasta el fin del mundo.
Jesús es un contemporáneo y el Evangelio nos habla acerca de lo que está pasando entre Él y nosotros, nos habla de cómo nos trata Jesús y como lo tratamos nosotros a Él. Nosotros podemos vernos reflejados a través de los personajes bíblicos. Pero también lo que vamos a celebrar en estos días es una profecía. Como Pablo dice la resurrección de Jesús anticipa nuestra propia resurrección, nuestro futuro, que lejos de sacarnos de la realidad de hoy hecha la luz necesaria para que veamos cómo son las cosas. Por eso, el Apóstol Pablo, en el otro pasaje que leímos nos explica quien es Jesús. Es el que va arriba del burro, que teniendo el mismo ser de Dios renunció a lo era suyo y tomó la forma de siervo haciéndose como un hombre cualquiera. Y esto Pablo lo dijo no desde una cátedra teológica sino escribiendo a los Filipenses desde una cárcel que era donde él estaba.
Por eso, en esta semana que comienza es importante dejarlo a Dios desarrollar en nosotros dos sentimientos. En primer lugar, la alegría. Seguramente el próximo domingo le diremos a la mayoría de la gente que encontremos “Felices Pascuas”. ¿Sabremos lo que estaremos diciendo? La verdad es que no es tan sencillo hacer vibrar en nosotros lo que cantan nuestros cantos ese día. Se trata de sentir la resurrección en nosotros, en nuestros corazones, que a veces se tornan duros e indiferentes, ¿cómo queremos que se manifieste Dios en nosotros si le dejamos realizar en nosotros solo aquellas cosas que podemos realizar nosotros mismos? Felices Pascuas es disfrutar de la alegría que Dios quiere poner en nuestros corazones. Cerrarse a esa alegría es cerrarse a Dios mismo.
En el día más terrible de la humanidad, cuando la humanidad se llevó puesto a Dios mismo, Él en el tercer día resucitó a Jesús y mostró, definitivamente, el poder de su amor. Y esto nos lleva a que se genere en nosotros la afirmación de la esperanza que no está basada en cualquier cosa sino en que Jesús resucitó. Pablo decía que lo que se ve no es esperanza, ¿cómo esperar una cosa que la estamos viendo? La esperanza hace que se manifieste lo que aun no vemos en plenitud. La esperanza apuesta a lo que todavía no vemos. Como Jesús le dijo a su discípulo Tomás: “Dichosos los que creen sin haber visto”.
Un autor argentino, Marco Denevi, en una antología de cuentos, escribió esta historia: Un día las hormigas, pueblo progresista, inventaron el vegetal artificial. Era una papilla fría y con sabor a hojalata. Pero al menos las relevaba de la necesidad de salir fuera de los hormigueros en procura de vegetales naturales. Así se salvaban del fuego, del veneno, de las nubes insecticidas. Como el número de las hormigas es una cifra que tiende constantemente a crecer, al cabo de un tiempo había tantas hormigas bajo tierra que era preciso ampliar los hormigueros. Las galerías se expandían, se entrecruzaban, terminaban por confundirse en un solo Gran Hormiguero bajo la dirección de una sola Gran Hormiga. Por las dudas, las salidas al exterior fueron tapiadas a cal y canto. Se sucedieron las generaciones. Como nunca se franquearon los límites del Gran Hormiguero incurrieron en el error de identificarlo con el Gran Universo. Pero cierta vez una hormiga se extravió por unos corredores en ruinas, distinguiendo una luz lejana, unos destellos, se aproximó y descubrió una boca de salida cuya clausura se había desmoronado. Con el corazón palpitante, la hormiga salió a la superficie de la tierra. Vio una mañana. Vio un jardín. Vio tallos, hojas, yemas, brotes, pétalos, estambres, rocío. Vio una rosa amarilla. Todos sus instintos despertaron bruscamente. Se abalanzó sobre las plantas y empezó a talar, a cortar y a comer. Se dio un atracón. Después, relamiéndose, decidió volver al Gran Hormiguero con la noticia. Buscó a sus hermanas, trató de explicarles lo que había visto, gritando: “Arriba… luz… jardín… hojas… verde… flores…” Las demás hormigas no comprendían una sola palabra de aquel lenguaje que creían delirante y creyendo que la hormiga había enloquecido, la mataron.
Muchos pasaran esta semana creyendo que solo existe lo que sus ojos pueden ver y sus oídos, oír. Los cristianos celebramos en esta semana la fiesta cristiana más importante: el nacimiento de un mundo nuevo. Si perdemos contacto con el Resucitado el riesgo es que nuestra vida caiga en un proceso de envejecimiento, rutina y decadencia.
Porque el Resucitado es el mismo que una vez estuvo arriba de un burro, para mostrar que Él es el Rey, pero no como algunos reyes que conocemos, sino como Rey que quiere darnos una vida plena aquí en esta vida y por la eternidad.
Audio de la prédica
Próximamente
Texto: Filipenses 2: 5-11, Lucas 19: 28-40.
Predica: Pastor Hugo N. Santos
Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).
Domingo 14 de abril de 2019. Domingo de Ramos.
Orden de culto
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