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¿Por qué Dios no me llama por teléfono?

14 mayo, 2017 - 11:00 a 13:00

Almagro Av. Rivadavia 4050
Capital Federal, Argentina
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Leer la Biblia es siempre un hecho que te confronta con tu propia vida y tus propias experiencias, si no fuese así, sería como leer un libro más de los que tenemos en la biblioteca de nuestra casa. Durante la marcha del 10 de mayo (masiva por cierto en todo el país) contra la ley del 2×1 hacia los crímenes de lesa humanidad, recordé un reportaje que le hice hace varios años ya a Estela de Carlotto, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo en ocasión de un aniversario más en ese momento de las rondas de los jueves a la pirámide de mayo que las distingue tantos a “madres como abuelas” de la plaza de mayo.

En el reportaje a medida que avanzábamos, ella misma se iba poniendo trémula recordando como luego de tanto buscarla a Laura (su hija secuestrada en 1977), se la entregaron a fines de agosto de 1978 muerta (de los pocos casos donde esto se ha dado que el familiar puede recuperar el cuerpo del familiar asesinado); “junto con esto, con el estar partida y echa pedazos, me sostuvo la realidad de buscar a Guido1 (su hijo como ella lo iba a llamar y que nació en cautiverio por los testimonios de ese tiempo), esa fe en Dios que lo iba a encontrar, nunca me abandonó”

Una vida confrontada a veces desde experiencias muy dolorosas. Una hermana que hace poco perdió a su hija en un accidente me dijo con voz trémula: “quedé hecha pedazos…, como partida”.

Y quizás no haya cosa más compleja y difícil de aceptar que ponernos en la tarea de amar piezas rotas, otras que hay que buscarlas cuando nunca lo habíamos planificado. Si la experiencia de la postmodernidad es la de presentar una realidad fragmentada en miles de partes desde sus discursos, este tipo de “golpes” como los descriptos se vuelven parte de esa cotidianidad en donde, lo que antes era seguro e inmutable, hoy parece durar un suspiro. Los seres humanos generamos confianza, valor y seguridad justamente a partir del primer dato que acabamos de decir: lo inmutable, lo que nunca cambia, aquello que será lo mismo ayer y mañana.

La experiencia de Dios con nosotros en cambio, nos devuelve otra imagen de espejo. Una imagen donde todo es transitorio, todo es frágil y susceptible de cambio a cada instante. ¿Difícil vivir con esto verdad?

Sino, veamos por un momento el texto de Juan: un Jesús que se presenta como camino; nada más cambiante que esta imagen, sobre todo cuando el camino no lo conoce nadie y por lo visto, según sus discípulos nunca fue transitado.

O bien, la imagen de la carta de Pedro, un edificio donde nosotros somos piedras de esa construcción y Cristo piedra angular. Yo que el Señor, pensaría mejor las piedras que estoy usando, ¿verdad? Piedras cambiantes en ánimo, voluntad y fuerzas. De hecho, nada más inestable que las decisiones nuestras como para hablar de edificaciones.

Por esto mismo, por nuestra propia fragilidad que muchas veces no estamos dispuesto a reconocer es que, comentarios como los de Felipe no nos suenan extrañan al oído: “muéstranos al Padre y con eso nos basta…” Danos alguna señal, diríamos ahora. Háblame y con eso me quedo conforme…

Pero suponer que porque Dios no nos “llama por teléfono” frente a cada petición o duda, o porque sus respuestas no son las esperadas, es creer que Dios no habla, es un dato que contradice nuestra misma experiencia de vida. ¿O acaso no conocemos personas que sin decir nada, ya han dicho todo con una sola mirada?, ¿o acaso las respuestas de otra gente (cuando no son las esperadas) las tomamos como silencios?

La fe exige comunicarse desde otro lugar, desde otro entendimiento. Por esto justamente, no nos podemos quedar parados desde el lugar de aquel que se le rompió su realidad y no sabe qué hacer, o no quiere hacerlo o simplemente dice: “yo no estaba preparado para esto…” Con esto no quiero ser cruel con el ejemplo del que hablábamos al principio ni desconocer toda la tragedia que se mueve alrededor de esto, y solo el que pasa por esta situación sabe a ciencia cierta que hará con la nueva tragedia que se presenta.

Pero también es cierto, que la Biblia habla desde aquel que pasa esta experiencia tan extrema como perder un hijo. Por esto mismo El Señor es un Dios cercano, porque aún tus dolores más profundos, aún esos, también los vivió.

Si Jesús es, en sus propias palabras, Verdad, Camino y Vida, estas palabras son una invitación y desafío para que encuentres respuestas en tu propia vida. Después de todo, cuando tenés volver a armarte en tu propia vida.

  1. ¿Cuántas son las piezas que la fe te da?
  2. ¿Dónde vas a buscar los pedazos que faltan?
  3. ¿Estás dispuesto/a a re armar lo echo trizas aunque te tome la vida?

Para la primera pregunta te presto algunas piezas que fui encontrando en estos textos:

Confianza y consuelo (Juan 14.1). No te angusties, el Señor está presente.
Certeza y seguridad (Juan 14.4). Después de todo, ya conocemos el camino.
Valor y coraje (Juan 14.12). Vas a poder hacer cosas más grandes de las imaginadas.

Para la segunda pregunta, dos lugares elementales pero, que de tan sabidos a veces no los vemos: En Cristo (Juan 14.6-7) y en su pueblo santo (1º Pe. 2.10). No te imagines más lugares, no te hace falta dar la vuelta al mundo para encontrar esto que siempre supiste.

Y en la tercera (cf. Juan 14.3: “después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar”), bien, esa es la pregunta que vas a tener que resolver vos como tarea para el hogar, como tarea para tu vida. Después de todo, si vos no estás dispuesto a esperar lo que el Señor tiene para darte, nadie más lo puede hacer en tu lugar. Amén.

1  Guido fue el nieto 114 recuperado el 5 de agosto de 2014.

 

Audio del sermón

 

Texto: Juan 14.1-12 y 1ª Pedro 2.4-10

Predica: Pastor Leonardo Félix

Iglesia Metodista Central de Buenos Aires.

Domingo 14 de mayo de 2017. 5º domingo de pascua.

Orden de culto

Momento con los niños

Detalles

Date:
14 mayo, 2017
Hora:
11:00 a 13:00
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