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¿Cómo que Dios está para servirme?
3 junio, 2018 - 11:00 a 13:00
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Recuerdo cuando leo este texto, lo pudoroso de los discípulos al ver que Jesús, antes de compartir su última cena con ellos, les lavaba los pies (cf. Juan 13) y tantos otros gestos más de profundo servicio, amor y cuidado por la vida del otro. Son siempre estas historias y otras similares de nuestra vida cotidiana (desde un presidente de un país que se volvía en taxi a la casa, hasta una reina comiendo sopa en tiempos de guerra porque su pueblo no podía comer otra cosa) las que nos emocionan e impactan, casi construidas como leyendas. ¿Por qué este impacto?
Porque sucede algo que en el evangelio veremos una y otra vez retratado. Frente al abuso de los espacios de poder conferidos y otorgados (sacerdotes, escribas, maestros de la ley, fariseos, etc.) –ya ni siquiera hablamos del “buen uso” de esos espacios fuertes donde la asimetría de poder con los demás se hacía evidente – Jesús hace podríamos decir hoy, un “mal aprovechamiento” de su capacidad de “maestro de la ley”, o bien más contundente, pareciera ser que desaprovecha completamente un recurso más fuerte y evidente: el ser Hijo unigénito del Dios viviente. Porque debemos asumir que, una gran parte de esta “carnalidad” de la cual habla el apóstol Pablo en la carta a los Romanos, esta intencionalidad alejada de la voluntad de Dios, tiene que ver con seguir sosteniendo los espacios de poder y autoridad que creemos haber heredado (en algún caso como hijos/as de tal o cual) o bien, de los que estamos convencidos, detentamos por “mérito” propio, como si realmente hubiese algo propio como el mérito, frente a Dios que por Gracia nos ha dado todo, empezando por nuestra propia vida.
Detentamos mayormente el espacio de poder y autoridad sin tomar en cuenta, la delgada línea que este tiene, con el desborde de ese mismo poder y sometimiento de los que están “por debajo de ese poder”
Las “espigas”[i] son un buen ejemplo de cómo Dios, Señor de todo y de todos, trabaja sobre un esquema que repite una y otra vez, la vida y el bienestar de sus hijos e hijas a quiénes ama incondicionalmente, desde el principio mismo. Volviendo al Génesis (1.31) donde
Dios ve que todo lo creado ha sido bueno en verdad, uno puede ver cómo Jesús en cada sanación realizada recupera el sentido creacional de lo hecho “en un principio”. Esto es, Jesús como Señor del sábado viene a manifestar que en esa creación es bueno mostrar la bondad renovada de todas las cosas.
Ahora bien, este texto en sí, está enmarcado junto con el hombre de la mano tullida por una primera parte que Marcos asume como primera explicación del evangelio que está narrando…una primera parte que sale desde la sanación del hombre con espíritu inmundo (Marcos 1.21) y llegará hasta Marcos 3.6 con la sanación del hombre de la mano tullida.
Ya desde un principio, Juan Marcos muestra en su evangelio como las fuerzas que eran antagónicas (fariseos y Herodianos) se unirán para tratar de matarlo. Este es un dato fuerte y al mismo tiempo revelador. Es Dios mismo quién revela la intención oculta de estos grupos y lo pone de manifiesto ante el mundo.
Volvamos a leer entonces el texto de Marcos 3.1-6. Es interesante como en distintas clases de exégesis bíblico que hemos dado en estos años, ante la pregunta de cuál es el “dato” fuerte de estos versículos, mayormente la respuesta es “el milagro de la sanación” en sí. Es por esto, que siempre insistimos en una lectura más amplia de la escritura que nos permita ver el contexto de lo que se cuenta y el por qué se dice lo que se dice o no se dice.
No es que el milagro de sanar no sea importante como muestra clara y perfecta del amor que Dios nos tiene pero, en este caso en particular, la sanación es una muestra más de la autoridad de Jesús sobre todo lo que ellos/as conocían, incluyendo la ley. Es esa ley la que habla de Jesús en tanto Hijo de Dios todo el tiempo y no al revés; no será la ley o sus costumbres la que dictamine de qué modo, cuándo o dónde, Dios dará sanidad y salvación.
Poder sacar a nuestra mente y las acciones que llevamos a diario de este plano es un ejercicio complejo que aún viendo en perspectiva este relato es muy complejo de realizar pero, totalmente necesario y cotidiano.
Si no podemos ver en Jesús, al Señor de nuestra vida, aquel que la conduce, aquel que la lleva a mejores puertos o nos lleva a pastos delicados donde nuestra copa reboza, o al Jesús amigo (ref. Juan 15.15) seguiremos sosteniendo las asimetrías de poder y dominio que nos separan. Asimetrías que justamente, no hablan de inclusión, respeto o valoración de la vida de los demás. El evangelio es una práctica cotidiana de bajarnos del pedestal, de poder asumir como propio que, si el Dios de historia (principio y fin de lo creado) ha venido a servirte, no es para que vos desatiendas este dato; por el contrario, “ejemplo les he dado….” Dice Jesús, hagamos como se nos enseñó. Solo de este modo el servicio para la vida de otros/as se vuelve señal y signo del Reino por venir, solo desde este amor que sirve y se baja de su propio pedestal y asume la cruz que tiene que cargar a diario, es posible encontrarnos y resolver aún los temas que mayor angustia nos causa, o más temor, o pánico y vos te preguntarás si este Dios en el cual crees, ¿es también Señor de mi miedo y angustia, o pánico? Y la respuesta es que sí, Jesucristo es Señor, Señor del pánico. Amén.
[i] La historia a la cual se refiere Jesús está en 1º Samuel 22.1-7.
Audio de la prédica
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Texto: Marcos 2.23-3.6
Predica: Pastor Leonardo Daniel Félix
Iglesia Metodista de Almagro (Buenos Aires).
Domingo 3 de junio de 2018
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