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Ámense los unos a los otros

1 abril, 2021 - 19:00 a 20:30

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Mensaje del jueves santo: Vos sos la obra maestra de Dios

Juan 13: 1-17, 31-35

Hoy hemos leído un pasaje del Evangelio en el cual Jesús, próximo a ser arrestado, lava los pies a los discípulos. En la mayoría de las iglesias cristianas del mundo se habrá considerado hoy este pasaje que es único en los evangelios.
Pero quienes hemos leído un pasaje bíblico antes, muchas veces corremos el riesgo de perder el dramatismo que el texto de la situación encierra. Conocemos el principio y el final. Nos suele pasar como cuando vemos una película por segunda o tercera vez. Podemos disfrutar con la historia, pero no suele ser igual que la primera vez.
Yo diría que el pasaje leído es una historia extraña. Uno puede comprender la reacción de Pedro. Tal vez nosotros si hubiésemos estado allí hubiéramos tenido una actitud semejante: ”Jesús, no permitiré que me laves los pies”. Jesús reacciona con un enojo como pocas veces tuvo: “Si no te los lavo, no podrás ser de los míos”, “ si no sos capaz de entender lo que estoy haciendo, si no sos capaz de dejar a un lado tus prejuicios, si no podés cambiar los paradigmas con los que te acercas a esta situación, los esquemas con los cuales vos ves la realidad, si no sos capaz de ver a Dios a tus pies, lavándote los pies, entonces no tenés nada que ver conmigo”.
¿Cómo nos imaginamos nosotros a Dios? Majestuoso, entronizado y hasta a veces perseguidor y de mal humor, con el ceño fruncido sobre todo cuando no actuamos bien. Un ser a la medida de nuestras imágenes interiores y de nuestros fantasmas. Y como desearíamos llegar a ser Dios nos ubicamos a veces frente a los demás con una imagen que podría tomarse como de seres infalibles, majestuosos, avasalladores. Alguien dijo que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza según un relato del Génesis y el ser humano se lo pagó con la misma moneda.
Pero no hay otra manera de conocer a Dios que a través de la vida de Jesús. Él mismo dijo una vez “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. Pero creer en Jesús no es creer en cualquier Jesús sino que el Jesús que nos ofrece el Evangelio es el Dios de la toalla y la palangana que se pone a la altura del humano, que no tiene problemas en ponerse en el lugar del esclavo, que no tiene problemas en ocupar ese lugar si de alcanzar al ser humano se trata.
El Dios que vemos en Jesucristo es el Dios de la toalla y la palangana, es el Dios que se humilla a los pies del hombre, es el Dios del servicio al necesitado. Dios quiere servir. Una locura cristiana. Podríamos concebir que se levante incienso sobre los altares a Dios, que se le ofrezcan sacrificios, pero que sea Dios el que se ofrezca en sacrificio para nosotros, por nosotros, que sea Él el que se entregue a nuestra vida, es humanamente hablando, difícil de concebir.
Y es que este gran gesto de Cristo prepara el otro gesto que vendrá después, el morir por los seres humanos. En un momento como el que estamos viviendo donde la vida humana parece valer tan poco, donde la violencia de todo tipo hasta se convierte en un espectáculo, donde la palabra tan a menudo se torna un arma que estropea la vida del otro , el Señor nos llama a creer en el Dios de la toalla y la palangana que ha elegido este camino para alcanzarnos y decirnos cuánto nos ama, para asegurarnos el valor de nuestra vida donde somos una joya preciosa para Dios, parte de la creación de Él. Somos la obra maestra de Dios.
Por eso la reacción frente a Pedro: “Si no podés soportar a Dios a tus pies, lavándote los pies, entonces no podés ser mi discípulo”. Si no entendemos que Dios ha tomado la iniciativa para alcanzarnos, si nosotros no somos plenamente conscientes que Él nos ama más de lo que nosotros le amamos, si no terminamos de entender que fue a la cruz para unirse definitiva y eternamente con cada uno de nosotros, si no dejamos que nos sirva en ese contacto íntimo que él quiere tener con nosotros, entonces nos estamos perdiendo algo de lo esencial del mensaje del Evangelio. Pocas veces somos tan poco creyentes como cuando nos desvalorizamos y nos sentimos poca cosa y, peor aún, cuando hacemos cosas que nos hacen daño o no nos vemos como Dios nos ve.
Ese Jesús que como diría el Apóstol Pablo, aunque existía con el ser mismo de Dios, no se aferró a su igualdad con Él sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo presentándose como un ser humano más. A este Jesús es al que debemos aceptar y al que debemos acudir.
Esta fe en el Jesús de la toalla y la palangana no solo afecta nuestra relación con Dios sino la relación con nosotros mismos, porque nos habla de quien somos. El modo como nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta en forma decisiva en todos los aspectos de nuestra experiencia, desde la manera en que funcionamos en el trabajo, en el amor, en nuestras relaciones personales y las posibilidades que tenemos de progresar en la vida. Nuestras respuestas ante diversos acontecimientos dependen de quienes somos y que pensamos que somos.
La autoestima, de eso se trata, cuando es realmente positiva, es un requisito fundamental para una vida plena y surge de un sentimiento de capacidad y valor personal. Tener una autoestima baja es sentirse inepto para la vida, desacertado, no con respecto a esto o aquello, sino desacertado como persona.
Lavar los pies a los invitados en una fiesta era el trabajo de los esclavos. Jesús se despoja de su manto, símbolo de dignidad y autoridad. Los discípulos no estaban preparados espiritualmente para humillarse y adoptar la actitud de un esclavo. Él se despoja de su manto y arrodillado comienza a lavar los pies a sus discípulos. Pero les estaba dando una lección: la grandeza, para quien tiene la visión del Reino de Dios es la que otorga el servicio.
Por eso Jesús tiene todavía algo más para decirles: “Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros”.
Jesús estaba, en un tiempo próximo a la despedida de ellos, no solo interesado por la relación que cada uno de sus discípulos tendría con Él, Él estaba también preocupado por la relación que tendrían entre ellos. Si necesitamos un fundamento para basar la existencia de la iglesia, sin duda acá tenemos uno que parte de la intención de Jesús de fundar una comunidad diferente.
Jesús es un ejemplo para nosotros. Lavar los pies significa algo más que servir a los demás. Como Jesús, nosotros debemos agacharnos ante nuestros hermanos allí donde ellos están, aun cuando estén sucios y enfermos. Allí en zonas íntimas como los pies donde no se pueden aceptar. El amor incondicional libera al otro de su propio desprecio. Una de las tareas de las comunidades cristianas es lavarse y curarse las heridas unos a otros. El quiere comunidades que se reciban mutuamente y se amen para que cada uno se sienta a sí mismo como salido de un baño, consciente de su belleza y despidiendo un perfume agradable y renovador. Y esto, lejos de ser un detalle en la vida de Jesús se constituye en la señal de la comunidad de los discípulos. Por eso Jesús dijo : “si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta que son discípulos míos”.
Si es cierto aquello que “donde dos o más estén reunidos en mi nombre, yo estaré allí en medio de ellos” esta verdad alcanza a lo que debe suceder en nuestras iglesias, más aún es parte del fundamento de la misma.
El amor del que hablaba Jesús no surge por un decreto, como un mandamiento más, ni debe quedarse en las buenas intenciones del “querer amar”. El amor nace, se recrea, crece y se perfecciona en el encuentro, en el conocimiento mutuo, en lo que surge del trabajo y la vida en común, allí donde el Espíritu va haciendo su obra no solo en sino entre.
En la clase de una escuela, un profesor indicó a sus alumnos que compusiesen una lista con las siete maravillas del mundo. Más tarde pidió que leyesen lo que habían escrito. A pesar de algunos desacuerdos, la mayoría votó por lo siguiente: 1) Las pirámides de Egipto 2) El Taj Mahal 3)El Canal de Panamá 4) El Empire State 5) La Basílica de San Pedro 6) La Muralla China…El Profesor buscaba consenso para la séptima maravilla cuando notó que una estudiante estaba callada y no había entregado aún su lista, así le preguntó si tenía problemas para hacer la elección. La chica respondió: “Si, un poco, me cuesta decidirme porque son tantas las maravillas”. El profesor, tratando de animarla le insistió: “Decinos lo que tenés escrito”. La alumna titubió, pero finalmente leyó: “Creo que las siete maravillas del mundo son: 1) Poder pensar 2)Poder hablar 3)Poder actuar 4) Poder escuchar 5) Poder servir 6) Poder orar 7) La más importante de todas es…poder amar.
Después de estas palabras el salón quedó en absoluto silencio. Estas siete maravillas están al alcance de cada uno de nosotros. No dejemos que pasen inadvertidamente delante nuestro, al contrario, revaloricémoslas y veremos que nuestra vida nos hará maravillarnos cada vez más.
Jesús no solo muestra como es Él sino como espera que seamos con los demás que también son seres amados por Dios. En el gesto de Jesús que estamos considerando encontramos el más grande estímulo para embarcarnos en una vida de servicio y de amor a nuestro prójimo. Y no quiere hacerlo a través del decreto, de la orden sino del manso ejemplo que vemos en Jesucristo.
Entonces si Dios es así, cuán distinto es el concepto de Dios que habré de tener, cuán distinto es el concepto del mundo que habré de comprender, cuán distinto es la visión de mi vida que determinará mis acciones.
Conocer a Dios no es tener una idea de Dios, ni una imagen cualquiera de Dios. Conocer a Dios es conocer una persona. Y cuando yo conozco a una persona hay una compenetración, una unidad con esa persona. Cuando contemplamos al Jesús de los Evangelios y allí comenzamos a discernir las características de la personalidad de Dios, entonces me doy cuenta por qué Dios tuvo que venir como un hombre, en forma de un carpintero para que nosotros pudiéramos comprenderlo, visualizarlo, en alguna medida ver a Dios buscándonos.
Que estos días de Semana Santa nos den una nueva visión de quien es Dios, quienes somos nosotros y quien es nuestro prójimo a quien debemos amar. Y así como un vaso se va llenando al punto de rebalsar, pidámosle a Dios, fuente de agua viva, más y más de su amor y dejémonos llenar de su presencia. Será la mejor manera de celebrar la Semana Santa.
Pastor Hugo N. Santos
Jueves Santo
1/4/2021



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Detalles

Date:
1 abril, 2021
Hora:
19:00 a 20:30
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